Arturo Puente
Periodista
JOPUNTUA

Mentiras de pobres

Desde que el mundo es mundo hay mentiras y mentiras. Hay pequeñas trolas piadosas y hay embustes feos y gordos como las ratas que nos asustan cuando salen del contenedor tras alimentarse de nuestros residuos. Y luego están las verdades de Estado en las antípodas de ser verdad, las estafas de quien tiene casi todo el dinero y aún quiere más, y también están los bulos que la gente normal y corriente compra sin darse cuenta, tratando muchas veces de protegerse de los ricos y las ratas, y otras veces simplemente intentando entender un mundo que le es hostil.

Todas las mentiras hacen daño, es cierto. Pero algunas mentiras hacen daño a quien las dice y otras a aquellos contra quien se lanzan. Por no hablar de que no todas las mentiras tienen la misma función. Que Franco tenía un solo huevo podía ser un chascarrillo falso, pero servía para que el pueblo castigado por la dictadura pudiera burlarse. Las mentiras de ese régimen contra rojos y separatistas, en cambio, conllevaban represión, prisión, tortura y muerte.

No todas las mentiras son iguales. Por eso, en la era dorada del periodismo de verificación o «fact-checkin» contra las «fake-news», es relevante analizar qué tipo de mentiras combaten los medios que se dedican a ello y cuáles son las que pasan siempre por alto.

Es razonable preguntarse, por ejemplo, cómo puede ser que Pedro Sánchez lleve días repitiendo el embuste de que Torra no condena la violencia sin que nadie le rebata. O de qué vale una plataforma antibulos incapaz de comprobar si en los disturbios en Barcelona la policía actuó contra sus reglamentos. Ya no hablemos de desmentir algo tan obvio como si en octubre de 2017 se produjo ninguna rebelión. O si la acusación de terrorismo contra un político de la oposición tiene o no alguna base.

Las mentiras del poder, puede decir alguien, son más difíciles de desmontar. Bienvenida sea la reflexión, que debería hacerse en el primer curso de periodismo. Convendremos pues que la solución no puede ser desmontar solo las de los de abajo. O al menos que, si se hace, responde a un interés que poco tiene que ver con buscar la verdad.