Iker BIZKARGUENAGA
UNA NUEVA MISIÓN AL PLANETA ROJO

VIDA EN MARTE, UN MISTERIO QUE PODRÍA TENER LOS DÍAS CONTADOS

La NASA prepara con mimo la misión Mars 2020, y lo hace con expectativas de resolver de una vez por todas el enigma sobre la existencia pretérita de vida en el Planeta Rojo. Dos investigaciones apuntan esa posibilidad, y el cráter Jezero puede tener la respuesta.

Hay vida fuera de los confines de la Tierra? Esta es una pregunta que todo el mundo se ha hecho alguna vez, y a la que más allá de creencias o convicciones nadie ha sido capaz de dar respuesta. Y no está previsto que alguien lo haga a corto plazo. Pero sí es posible que pronto estemos más cerca de desentrañar otro misterio que pueda acercarnos a su resolución: la existencia, en un pasado más o menos remoto, de algún tipo de ser vivo en Marte.

Resolver esta cuestión y hacerlo en sentido positivo, qué duda cabe, haría verosímil la hipótesis deseada –no nos engañemos, todos queremos que haya “marcianos”–, ya que confirmaría que es posible la vida en otros lugares que no sean nuestro planeta.

En este sentido, la misión que la NASA prevé realizar en Marte a partir de 2020 podría ser la mejor oportunidad hasta la fecha para descubrir pruebas de vida extraterrestre, más aún cuando dos nuevos estudios han descubierto que el cráter Jezero, que albergó el delta de un río hace 3.600 millones de años, presenta materiales que suelen estar asociados a la preservación de pruebas de vida antigua. Se trata de dos hallazgos que según destacaba recientemente technologyreview.com, una web ligada al MIT (Massachusetts Institute of Technology), consolidan la idea de que ese emplazamiento puede ofrecer evidencias de que el Planeta Rojo albergó formas de vida cuando hacía menos frío y había agua en la superficie.

Muestras de sílice y de carbonato

El primer estudio, publicado el 6 de noviembre en Geophysical Review Letters, revela la presencia de óxido de silicio, un mineral excepcionalmente bueno para preservar los compuestos orgánicos y las biofirmas en microfósiles (menos de un milímetro) durante miles de millones de años.

Cualquiera de los fósiles de Jezero probablemente tiene esa edad, asegura en esa publicación el científico de la Universidad de Brown (EEUU) y autor principal del estudio, Jesse Tarnas. Según explica, «si alguna vez hubo vida en la superficie de Marte, el hecho de tener una muestra de sílice que podría haberse formado en un entorno habitable aumenta las posibilidades de encontrar microfósiles bien conservados».

Para hacer este hallazgo, el equipo de Tarnas analizó los datos captados por el Espectrómetro Compacto de Imágenes de Reconocimiento para Marte (CRISM), que fue lanzado en 2005 para monitorizar el planeta y analizar su superficie al detalle. Sus colegas y él desarrollaron y aplicaron una nueva técnica que detecta señales electromagnéticas débiles emitidas por minerales en la superficie. Así encontraron dos afloramientos de depósitos de sílice en Jezero (algunos fueron hallados en capas bajas, donde es más probable que se conserven los fósiles).

El otro documento, publicado en Icarus el 12 de noviembre, también utilizó datos CRISM para identificar depósitos de carbonatos ubicados a lo largo del borde interior de Jezero. Los carbonatos son minerales muy resistentes y suelen asociarse a la preservación de fósiles de conchas, corales y estromatolitos a lo largo de las costas. Concentrados en forma de «anillo de bañera», estos carbonatos recién descubiertos pueden haber sido depositados por un antiguo lago y podrían ser el hogar de los restos conservados de la vida microbiana en Marte.

La científica planetaria de la Universidad de Purdue (EEUU) y autora principal del nuevo estudio, Briony Horgan, espera que estos hallazgos ayuden a encontrar estromatolitos, unos montículos macroscópicos hechos de capas de carbonatos y microbios. «Son suficientemente grandes para ser un objetivo claro para el rover», explica, en referencia al vehículo utilizado en la misión.

Nadie está completamente seguro de cómo los carbonatos o los depósitos de sílice llegaron hasta ahí, pero la misión Mars 2020 debería poder determinar fácilmente cómo, cuándo y dónde se formaron. Para ello contará con un instrumento llamado SHERLOC, diseñado específicamente para buscar signos de vida extraterrestre, que consiste en un espectrómetro que utiliza luz láser UV para identificar químicos orgánicos. Durante sus primeros dos años, el rover debería explorar y estudiar muestras de los minerales en sus respectivas ubicaciones.

Es más, el vehículo podrá tomar muestras de cinco tipos diferentes de roca, y como allí fluyó un río, el material depositado en el delta también puede contener gran variedad de minerales procedentes de otros lugares.

Elegido entre sesenta candidatos

El cráter parece, por tanto, el lugar indicado para desarrollar la misión, aunque lo cierto es que los responsables de la NASA han tenido hasta sesenta candidatos, en un proceso de búsqueda y selección que ha durado más de cinco años. Al final se han decantado por Jezero, por los signos de vida microbiana que podría albergar, y también por su riqueza geológica, «con formas terrestres que se remontan a 3.600 millones de años y que podrían responder preguntas importantes en la evolución planetaria y la astrobiología», según explica Thomas Zurbuchen, uno de los responsables de la misión científica de la NASA en la web de la agencia espacial. «Obtener muestras de esta área única revolucionará la forma en que pensamos sobre Marte y su capacidad para albergar vida», apostilla.

Jezero, localizado en la esquina occidental de la Planicie Isidis, justo al norte del ecuador marciano, tiene unos 45 kilómetros de ancho, sin embargo, aterrizar allí no es sencillo, pues además del enorme delta y de pequeños cráteres de impacto, hay montones de piedras al este, colinas al oeste, y muchas depresiones llenas de arena en las que el rover podría quedar atrapado.

Diseñado para desenvolverse con soltura en la agreste geografía marciana, el vehículo fue presentado el viernes de forma oficial: mide tres metros de largo y 2,7 de ancho, y pesa poco más de una tonelada, de modo que es relativamente ligero. Desde luego, tiene mucho menos peso que la histórica misión que le ha sido encomendada.

 

Mars 2020 supone un salto cualitativo con cuatro objetivos y un reto futuro

La misión Mars 2020 forma parte del Programa de Exploración de Marte de la NASA, un esfuerzo a largo plazo que se remonta a mediados de los años 90 y que ha asistido a diversas fases, pasando del objetivo inicial, que se centraba en hallar rastros de agua, a la búsqueda de indicios de vida.

En este sentido, la misión que la agencia estadounidense pretende lanzar en julio, cuando las órbitas de Marte y la Tierra esté alineadas de la mejor forma, constituye un salto cualitativo, ya que, como explica la propia NASA en su web, es la primera vez que está pensada para hallar signos de vida microbiana, puesto que antes se centraban en confirmar que Marte tuvo condiciones para ser acoger vida. Ahora se trata de corroborar que sí la hubo.

No será, sin embargo, el único objetivo de la misión, cuya llegada al planeta se estima para febrero de 2021 y que tendrá una duración de un año marciano –687 días terrestres–. Otra de las tareas encomendadas será analizar las características climáticas de Marte, con instrumentos destinados específicamente a comprobar que hubo condiciones ambientales compatibles con la vida.

Como tercer objetivo, se plantea analizar las características geológicas del planeta. El rover estará diseñado para estudiar rocas y revelar más sobre los procesos geológicos que crearon y modificaron la superficie marciana a través del tiempo. El vehículo, según explica la NASA, buscará «evidencias de rocas que se formaron en el agua y que preserven muestras de compuestos orgánicos, los componentes químicos de la vida».

Asimismo, Mars 2020 quiere probar tecnologías que permitan el uso de los recursos naturales de Marte como soporte vital y enegético para preparar la llegada del ser humano al planeta. Y también monitorizará las condiciones ambientales para que quienes preparen las misiones entiendan cómo proteger a los futuros exploradores. Y es que, como apunta la agencia, este objetivo bebe directamente de una política que pretende enviar a seres humanos a Marte en la década de 2030, el gran reto a medio plazo.

«De forma similar a la exploración de la luna, las misiones robóticas a Marte proporcionan una comprensión crucial del medio ambiente y prueban tecnologías innovadoras para la futura exploración humana», señala la NASA, que añade que las inversiones en tecnología de Mars 2020 forman parte de sus esfuerzos a largo plazo de cara a «desarrollar capacidades futuras para la exploración espacial humana».

Es ese afán, romántico e inquietante, que ha acompañado a nuestra especie desde que logró erguirse y mirar hacia arriba: alcanzar las estrellas.