Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

Somos racistas

Últimamente no dejo de asustarme de lo racistas que somos. Aquí y ahora, en Euskal Herria. Nos da todo lo mismo. ¿Que queremos decir que somos «los negros de Europa»? Lo decimos. ¿Que nos apetece poner una mujer negra en un cartel de no sé qué? La ponemos. ¿Que queremos decir que no somos blancos para ensalzarnos como blancos buenos? Sin problema. ¿Que nos da la gana comparar cualquier opresión racial con nuestras dificultades? Adelante. Si la comparación resulta salvajemente racista, ¿quién nos lo va a decir, un negro?

Estas cosas las decimos entre blancos y nos quedamos tan anchos, con nuestros ovarios blanquísimos, con nuestros enormes cojones blancos. Si no veis los vuestros no pasa nada, ahora pedimos unos negros que nos los señalen mientras les explicamos lo interseccionales que somos.

No nos gusta oírlo, pero nuestro racismo no está a debate, no es cuestión de opiniones. Si no nos lo dicen más es porque no estamos donde deberíamos estar para escucharlo y porque no reaccionamos bien cuando nuestra interseccionalidad tiene que pasar una prueba de realidad.

Es dramático pero a las voces negras que se alzan les han seguido siempre las lágrimas blancas que se ofenden. A lo largo de la historia, el quejido del blanco se ha opuesto a que se juzgara injustamente a un blanco por los crímenes de otro blanco, como si tuviera derecho a poner cualquiera de sus peticiones por delante de las clamorosas injusticias raciales sobre las que se ha construido la sociedad en la que vivimos.

Olvidamos constantemente que nuestro mundo es jodido pero es europeo, rico, privilegiado y blanco. Hay otros mundos y están mucho más jodidos. No somos conscientes de la magnitud del problema racial, de la herencia de la opresión, la colonización, el imperialismo y la esclavitud.

No tenemos por qué serlo. El estadio supremo del privilegio racial consiste en no tener que verlo. Podemos disfrutar los beneficios de la blancura y vivir, al mismo tiempo, cegados por ella.