Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El plan»

Tres hombres desesperados

Polo Menárguez ha logrado eludir el gran riesgo que siempre conlleva adaptar a la gran pantalla una obra de teatro mediante un discurso muy rico en matices y sacando mucho rédito a los encuadres con los que ha atrapado a sus personajes. De esta manera, lo que puede suponer un lastre, la utilización de un único escenario, se ha transformado en un reto del que el cineasta debutante ha salido beneficiado ya que le ha permitido explorar al máximo las posibilidades de un texto muy suculento que incluye entre sus principales cualidades la calma en la que afloran los cambios en la conducta de sus personajes. De esta manera, la adaptación del original escénico de Ignasi Vidal se ha reconvertido en un inteligente ejercicio cinematográfico en el que topamos con tres parados que han encontrado en su solida amistad una especie de balsa que les permite subsistir al drama que supone saberse un número más en las frías estadísticas del desempleo.

Los tres protagonistas se citan en el piso de uno de ellos, el cual quiere hacerles partícipes de un plan. Lo que inicialmente propició este reencuentro se tuerce y dará paso al auténtico meollo del filme. Los tres, además de anhelos comparten nervios, cigarros y unas conversaciones que servirán como detonante a una situación imprevisible. Menárguez capta con precisión los cambios progresivos que anidan en sus personajes y se sirve de la cámara para atrapar la tensión que se volverá insostenible en el limitado espacio compartido por Raúl Arévalo, Chema del Barco y Antonio de la Torre.

El cineasta se toma su tiempo a la hora de revelarnos las entrañas de su película y elude cualquier tipo de precipitación con sutiles puntos suspensivos que logran mantener el suspense. A ello habría que sumar la sobresaliente lección interpretativa brindada por un trío de actores que logran captar el interés de los espectadores y que los guía hacia un desenlace que resulta imprevisible.