Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Nariz tapada

Ayer fue una jornada para contener la respiración. Por un lado porque estas elecciones municipales son también un referéndum sobre la gestión de Macron, especialmente sobre el proyecto de reforma de las pensiones. Pero si ayer la gente contenía el aliento era porque 47 millones de personas habían sido llamadas a ejercer su derecho al voto en un contexto de pandemia en el que lo más sensato hubiera sido retrasar el escrutinio. Porque no es lógico que el presidente afirme que «es importante votar en estos momentos» como «ciudadanos dignos y libres», mientras que el primer ministro exhorta a la gente a no salir de casa para evitar la propagación exponencial del virus.

Médicos y epidemiólogos claman de espanto: «el verdadero acto cívico es no ir a votar» porque «en toda Francia solo contamos con 5000 plazas de reanimación». Si solo se contagia el 1% de los votantes y de ellos solo el 1% necesita de asistencia médica, las camas dan, pero por unos días. Porque en cinco días habrá diez veces más infectados, y en otros diez, cien más. Lo curioso de todo es que Francia, país laico por excelencia, parece creer en los milagros, porque fueron muchos los que acercaron a las urnas. O eso, o es que están hasta la coronilla de Macron y que salieron a votar con la nariz tapada.