Raimundo Fitero
DE REOJO

Poco a poco

A veces suceden cosas que deberían haber sucedido hace muchos años. En todo los órdenes de la vida, política, social, económica y televisiva que, probablemente, englobe a las anteriores. Por primera vez en mi vida he visto una ceremonia de Estado, del español para más señas, sin la presencia preponderante y exclusiva de la Iglesia católica. Un homenaje laico a los fallecidos por la covid-19. Una ceremonia bien pensada, bien planteada escénicamente, con una selección de intervinientes que responde a una curiosa situación política, ya que al cuñado de Urdangarin se le dio la oportunidad de hacerse presente sin tensiones paternales. Poco a poco. Hemos visto una sin Iglesia y a lo mejor no tardará mucho que veamos otra sin Rey. Que veamos algo sin Estado ya forma parte de las distopías lisérgicas que algunos vivimos en unos rebrotes estivales impulsados por la mala digestión del zurracapote.

Apunten el nombre de un periodista que probablemente hoy esté despedido o al menos expedientado y que nadie defenderá. Se llama Juan Ballesteros y en una de esas conexiones abrumadoramente excéntricas tan habituales, en el Canal 24 H de TVE, se le tuvo esperando en un punto más que caliente, hirviente, de Toledo, para comprobar en directo la temperatura que hacía. El periodista dijo que la noticia sería que en ese lugar en medio de julio no hiciera treinta y siete grados y que devolvía la conexión porque seguramente ahí en plató tendrían otras noticias más importantes que contar. Tenía que pasar. Alguien se tenía que rebelar porque mantener a equipos en invierno cuando nieva o en verano cuando suben los termómetros es más que cuestionable, inhumano y retórico. Estos rellenos son una la reiteración espasmódica de una realidad archiconocida, que debe sustanciarse en el parte meteorológico.