Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Berlín
CRISIS DEL CORONAVIRUS

BERLÍN, CRISIS EN LA CAPITAL EUROPEA DEL TECHNO

La capital alemana no ha permitido que los clubes nocturnos organicen eventos de música electrónica por distancia de seguridad. La sociedad busca alternativas en las fiestas al aire libre, pero las autoridades parecen decididas a evitar las concentraciones ilegales.

En Berlín, ciudad frenética de habitantes que dicen no representar Alemania –«Berlín es Berlín, y punto»–, el impacto económico del coronavirus es importante: el desempleo ha crecido casi un 3% y en hostales y hoteles la desocupación en junio fue superior al 70%. Las restricciones impuestas por el Gobierno regional se han relajado en muchos aspectos, pero siguen manteniéndose para los clubes nocturnos

Antes de la crisis sanitaria, según los datos recogidos por el colectivo ClubCommission, los 250 clubes de Berlín generaban anualmente más de 150 millones de euros de beneficio y más de 3 millones de visitas. Sin embargo, los eventos públicos se suspendieron el 14 de marzo, justo cuando comenzaba la temporada. Los bares reabrieron con la distancia obligatoria entre las mesas, pero los clubes aún no tienen permitido utilizar la parte interior de sus salas. Así, hasta que las autoridades tomen una decisión en otoño, los clubes no ofrecen bacanales de 24 o 72 horas. Tampoco hay festivales. Para hacer frente a la situación, algunos clubes se han reconvertido en bares: la discoteca Sisyphos es una pizzería y About Blank sirve cava; otros, como Berghain o Renate, montan exposiciones. El arte que emana de esta ciudad no se detiene, pero ahora no se puede bailar.

En Alemania, las competencias en sanidad pertenecen a los 16 länders, por lo que las medidas en el ámbito nacional necesitan la aprobación de los líderes regionales y, en algunos casos, pueden diferir de un territorio a otro. Angela Merkel, contundente, reprime a los alemanes desfasados de Palma de Mallorca y no quiere que Berlín se descontrole.

A veces, sin embargo, es imposible conseguirlo. Berlín es anárquica y cada fin de semana surgen fiestas al aire libre en los parques. Hasenheide es la opción segura. Se monta el equipo de sonido. Llega la gente. Luego aparece la Policía. Se cambia de lugar. Y así, como el juego del gato y el ratón, hasta el anochecer. Aunque las autoridades no aflojan: incluso en las fiestas alejadas de Berlín, como la del 25 de julio en Schönfliess, la Policía actuó. Sin embargo, hay agujeros legales en las restricciones: en el hostal Generator, en Landsberger Allee, decenas de jóvenes con pulsera hacían cola para entrar en una fiesta ese día. El truco, parece, es reservar una habitación y convertirse en cliente.

Como en todo el norte de Europa, Alemania no impuso un confinamiento estricto a sus 83 millones de habitantes: se podía pasear por la calle con otra persona o con los miembros del núcleo familiar, aunque el alto impacto del coronavirus obligó a enclaustrar durante un mes a las poblaciones de Baviera y Sarre. La libertad era y es mucho mayor que en el Estado español, pero las cifras de contagio son moderadas: ahora hay un repunte de 2.034 casos diarios, la cifra más alta desde finales de abril, con especial incidencia en las regiones industriales de Renania del Norte y Baviera. En España, se dice que la razón del descontrol de casos está en la falta de rastreadores: en Alemania hay 10 veces más por habitante, con aplicaciones muy útiles como Corona Warn. No obstante, Berlín o Alemania podrían recaer con mayor virulencia, y entonces tocaría buscar nuevas razones que justifiquen los fallos y los aciertos contra un virus del que aún se desconocen aspectos cruciales.

En las amplias calles de Berlín, que en la última semana ha sumado 420 nuevos positivos, las personas que utilizan mascarilla son una minoría clara. No obstante, los berlineses están obligados a taparse boca y nariz en el transporte público y en tiendas y supermercados. No tiene por qué ser una mascarilla, aunque es lo más extendido. En los Spätis, los badulaques por excelencia en Alemania, los trabajadores no las utilizan. Dicen que no es recomendable llevarla tanto tiempo. Los clientes, a diferencia de los supermercados, a veces entran sin cubrirse nariz y boca. Es algo rápido, pero peligroso.

Un residente oriundo de Bremen explica la situación: «Al principio, la gente se lo tomaba más en serio en Berlín. En Bremen parecía como si no existiera el virus. Pero ahora es al revés: allí mantienen la distancia incluso en la calle. Hay diferencias entre cada localidad, aunque en Berlín ya están empezando a multar a quienes no utilicen mascarilla en el metro».

Bremen, histórico bastión del socialismo y el sindicalismo, es una región deprimida entre otras razones porque su puerto ha sido devorado por los de Hamburgo y Rotterdam. En Berlín, sin la in