Itziar Ziga
Escritora y feminista
JOPUNTUA

Kill Cuadrilla

Soy de la generación del SIDA, mi despertar sexual sucedió en una época en que follar sin protección te podía llevar a la tumba. Con chicos y con pollas, condón de por medio: lo decidí enseguida. Ya fueran novios, amantes o si te he visto no me acuerdo. No es ningún drama, hasta puede convertirse en un ritual de lo más sexy y divertido. Solo hay una deliciosa excepción en mi vida, la excepcionalidad de la cárcel (ajena) me ha llevado a prescindir del látex sin poner en riesgo mi salud. A fin de cuentas, les condenan también a la monogamia. Algo que para una puta como yo, que jamás pacté exclusividad sexual con nadie, se me antoja uno de los castigos añadidos más terribles a la pena. Con chicas y con coños, no hay ningún peligro. Ni VIH, ni papiloma, ni gonorrea… Eso sí, tardaron en darnos el visto bueno al orgásmico intercambio seguro de flujos coñiles.

Se llamaba Margarita y me turbaba enterita al verla. Vivía en Bilbao, escribía en Ekintza Zuzena, estuvimos juntas en el congreso de la CNT en diciembre de 1995 en Granada. Yo no sabía todavía que sobre la vagina tenemos una glándula que nos hace corrernos a chorros, lo descubrí al poco tiempo en mi propio cuerpo, y en el de tantas otras. Margarita estaba cabreada porque a mediados de los noventa, ningún maldito estudio sobre el SIDA había detallado la carga viral de nuestros flujos. Los antirretrovirales no llegaron a tiempo para ella: creería en la ouija solo para traerte aquí y que eyacularas en mi cara, preciosa.

Como me reveló años después una activista colosal que acompaña desde el feminismo a gente seropositiva llamada Montse Pineda, el SIDA opera como otro agente más de violencia de género. Las mujeres depositan su salud en pactos de confianza patriarcales que no son pactos igualitarios ni fiables. La pareja, la familia o la cuadrilla como estructuras sociales cerradas y reaccionarias… ¡Igual tenemos semejante nivel de contagios por tanto anquilosante cuadrillismo! Si nos lo vamos a jugar coronavíricamente, que sea por una orgía o una revolución, no por una puta cena de cuadrilla, coño.