Koldo LANDALUZE
UN SIGLO DESPUÉS

CHARLIE «BIRD» PARKER, EL GENIO MUSICAL QUE SIEMPRE TOCABA MAñANA

Charlie “Bird” Parker subvirtió los códigos del jazz mediante el bebop y delegó en quienes le escuchaban la capacidad de imaginarla y sentirla, cada cual a su manera. Su vida fue un frenesí constante y su música un reflejo telúrico de una sensibilidad extrema que se tornaba en acordes endiabladamente desenfrenados.

Sin frenos, sin mirar atrás. En pleno frenesí, sus dedos pulsaban el saxofón hasta dejarlo exhausto. Finalizada la actuación, el agotado instrumento, apoyado sobre una silla suplicaba «por favor, devuélvanme a la casa de empeños».

Un club de jazz contrató a una persona con la misión exclusiva de ir todas las noches a una casa de empeño, liberar el saxo y devolverlo cuando su propietario terminaba de tocar.

Charlie Parker amaba su instrumento pero lo empeñaba para lograr el dinero que requerían sus adicciones de alcohol y heroína. Nunca levantó el pedal del acelerador, vivió intensamente y murió a la temprana edad de 34 años. En su ruta endiablada revolucionó el jazz y se convirtió en el héroe negro de una sociedad que reivindicaba su orgullo y sus raíces. Para muchos, fue el mejor músico del siglo XX.

Ruptura de códigos musicales

Charles Christopher Parker subvirtió los estándares musicales de la época junto a su amigo y cómplice Dizzy Gillespie, con quien compartiría escena en formato de quinteto –Miles Davis se sumó a esta hermandad– en el Carnegie Hall en 1947 y en la Sala Pleyel en 1953. Antes, en 1939, Parker y Gillespie se habían juramentado para crear un estilo que renovó el jazz para siempre, el bebop.

El proceso no fue fácil porque el público, la prensa y los propios músicos se mostraron reacios a admitir en sus repertorios un encadenado de sonidos que nacían a partir de la improvisación y que eran puestos en práctica por músicos que se empeñaban en romper las fronteras musicales e imprimir nuevas coloraturas a las interpretaciones mediante un ritmo feroz.

Charlie Parker se empleó a fondo en su empeño por abrir nuevas vías y no tardó en revelarse como un músico de saxo alto con capacidades armónicas inusitadas y firmante de piezas que ya son obligatorias en el repertorio jazzístico.

El origen de su alias, “Bird”, es incierto, pero la querencia por el apelativo granjeó títulos como “Ornithology”, “Yardbird Suite”, “Bird Feathers”, “Chasin The Bird” o “Blue Bird!, entre otros.

El «método Parker»

El célebre contrabajista y compositor, Charles Mingus dijo de él «podías saber el color del pelo de la chica en la que estaba pensando cuando tocaba en plena forma».

Para hacernos una idea del “método Parker” es necesario trasladarnos hasta abril de 1947. Bird cita a sus músicos para un ensayo. La actuación se celebraría una semana después. A dicha reunión acudieron todos, menos él.

A pesar de la ausencia de “Bird” ensayaron el repertorio a las órdenes de Miles Davis y llegado el día de la actuación, Parker se subió al escenario como si nada hubiera pasado. Lo que ocurrió a continuación lo reveló Davis en sus memorias: « Y de repente entró sonriente y eufórico, preguntando si todos estaban a punto para tocar, con aquel falso acento británico que le gustaba utilizar. Cuando fue el momento de atacar el primer número, preguntó: ‘¿Qué tocamos?’ Yo se lo dije. Él asintió, contó los compases y tocó cada jodida melodía en el tono exacto en que la habíamos ensayado. Tocó como un hijo de puta. No falló un compás, una nota, no tocó fuera de tono en toda la noche. Algo grande. Nos quedamos pasmados como idiotas».

“Bird” fue autodidacta. Rechazado en los conservatorios de música, su inspiración procedía de saxofonistas consagrados como Lester Young o Buster Smith, de cuya banda formó parte. Le gustaba jugar, alterar lo establecido mediante nuevas pautas. Revisó clásicos de Cole Porter en formato de big band –”Easy to love”, “Night and day”, “What is this thing called love”– y compuso su célebre estándar “Ornithology” a partir de “How High the Moon”, interpretado por Benny Goodman por primera vez.

Las audiencias negras ya no regentaban burdeles, bares clandestinos o antros de juego, sino que se habían trasladado a locales respetables a los que también asistía el público blanco. El dinero quemaba en las manos de esos músicos que vestían trajes elegantes, mantenían relaciones interraciales e interpretaban temas musicales técnicamente febriles, arrebatados y de enorme complejidad.

Como reconocería Martin Luther King en la presentación del Festival de Jazz de Berlín, casi diez años después de la muerte de “Bird”«el jazz habla en nombre de la vida. El blues habla de las dificultades de la vida y, si pensáis por un instante, os daréis cuenta de que cogen las peores realidades de la vida y les ponen música, solo para traer esperanza y una sensación de triunfo. Es la música triunfante».

Parker tuvo la arrogante idea de apelar a la inteligencia y la imaginación de los oyentes para que estos se dejaran llevar por las emociones cada vez que daba rienda suelta a su fraseo, de distinta duración y acentuación asimétrica, en las que sus notas altas y su fuerza creativa dictaban un extraño y fascinante juego telúrico.

Las secuelas y dolores que le legó un accidente de coche, por el que le prescribieron morfina a edad adolescente, le convirtieron en un adicto a la heroína. Motivo por el que más tarde comenzaron las fricciones con Dizzy Gillespie, que hubo de contratar a sustitutos por sus ausencias.

Su notoriedad le precedía y su reputación como adicto consiguió que se le prohibiera entrar en varios clubes, entre ellos el que llevaba su nombre: Birdland. Había noches que paseaba errante y desnudo por las calles y durante siete meses estuvo ingresado en un siquiátrico en el que le aplicaron electroshock.

La muerte de su hija de 2 años de edad por una neumonía aceleró su deterioro, con episodios de alcoholismo y esquizofrenia, y un intento de suicidio en 1954 le confinó en un hospital mental. Un ataque al corazón y la cirrosis precedieron a la neumonía y a una úlcera hemorrágica que le llevaron a la tumba a los 34 años. Según cuentan las crónicas, esta catarsis interna se produjo como consecuencia de la última y sonora carcajada que soltó Parker cuando, sentado frente al televisor en la suite de un hotel, visionaba un programa musical.

A través de Eastwood y Cortázar

Clint Eastwood alcanzó una de sus grandes cotas creativas con “Bird”, un filme en el que Forest Whitaker realizó una sobresaliente interpretación del músico y con el que se alejó por completo de los géneros a los que estaba habitualmente asociado. A través de este magistral biopic de 1988, rindió tributo a una de sus grandes pasiones, el jazz, y a una figura que lo marcó para siempre, Charlie Parker. Según dijo Eastwood «Parker representó la vanguardia en la época más gloriosa del jazz. Le oí tocar cuando yo era joven, en una banda de la que formaban parte músicos tan grandes como Lester Young y Coleman Hawkins. Pero, ignoro por qué, fue su imagen la única que se quedó grabada en mi memoria. Pasaron los años y, cuando leí la noticia de su muerte, comencé a interesarme por el hombre que había detrás del músico. Así descubrí que su vida fue un infierno y que esto tenía que ver con la audacia de su arte, que abrió al jazz las puertas del futuro. Red Rodney, un trompetista amigo suyo, me contó que Parker le dijo una vez: ‘Haz lo que yo te digo, pero nunca hagas lo que yo hago’».

Publicado en 1959, “El perseguidor” figura como uno de los cuentos más célebres de Julio Cortázar. En esta pieza magistral, el escritor argentino imagina a un saxofonista llamado Johnny Carter, que, tras haber revolucionado el panorama musical, emprende una desenfrenada huida hacia adelante en París. Espoleado por el humo, el alcohol y las drogas, deriva hacia un delírium tremens cuando le revelan la muerte de su hijita.

En uno de los párrafos de esta obra, Julio Cortázar definió como nadie a Charlie Parker a través de una descripción de su Johnny Carter: «la música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. ‘Esto lo estoy tocando mañana’. Mañana es ahora».