Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Toque de queda

Y cuando en París se entonaban ya cánticos de revuelta ante la última medida gubernamental para frenar de un sólo golpe tanto la ascensión del número de positivos como el descenso del porcentaje de satisfacción en las encuestas sobre Emmanuel Macron y su gestión de la crisis, la protesta se volvió silencio. La decapitación de un profesor de Historia en una ciudad de las afueras de la capital relegó la pandemia a un segundo plano. El docente habría cometido el pecado de invitar a sus alumnos a reflexionar acerca de la religión y la libertad de expresión, con las caricaturas de Mahoma como contexto. El agresor, un joven refugiado checheno, tenía su pretexto, su prejuicio y su condena. Igual que ahora otros tienen sus pretextos, sus prejuicios y sus condenas. El asesinato es «una declaración de guerra». Y la respuesta del ministro Gérald Darmanin es la expulsión de 231 «extranjeros radicalizados» y la presencia aun mayor de policías en las calles. De hecho, el gobierno prepara «un aumento histórico» de los fondos de Interior con los que, entre otras cosas, mejorar el salario de los agentes y tenerlos de su lado en este periodo de incertidumbre. Porque el toque de queda con el pretexto de la pandemia sirve para un roto sanitario como para un descosido político. Y mientras la izquierda se toca para buscarse, Macron se queda con todos clamando el «no pasarán».