A. AGIRREZABAL
ALTSASU GURASOAK Y ALTSASUKOAK ASKE! TERMINAN SU CICLO

HORA DE PARAR TRAS AñOS COMO ROSTRO DE LA INJUSTICIA

Altsasu Gurasoak y Altsasukoak Aske han decidido parar, poner fin a un ciclo y descansar tras cuatro años siendo la cara visible de un caso con alta exposición pública. Con los ocho jóvenes de vuelta a la localidad navarra, las dinámicas paran, las personas siguen.

El 10 de noviembre de 2016 el diario ‘El Mundo’ se encargó de hacer público el auto de la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela en el que identificaba a doce jóvenes altsasuarras con nombre, dos apellidos y el número de DNI. Incluso el de dos menores. Varios de ellos conocieron su condición de imputados a través de esta filtración. Esto, además del drástico giro en las vidas de los imputados, trajo a primera línea a sus familiares. Altsasu Gurasoak comenzaba a tomar forma de golpe.

Antes, tras la trifulca en la que se vieron implicados dos guardias civiles y sus parejas, ya habían sido detenidas dos personas: Jokin Unamuno y Aritz Urdangarin. El caso contra este último fue sobreseído. Fueron ellos quienes, en los juzgados de Iruñea, vieron una serie de nombres de otros vecinos (Jon Ander Cob, Julen Goikoetxea, Adur Ramirez de Alda e Iñaki Abad). Estos jóvenes, sabedores de que estaban siendo investigados, se presentaron voluntariamente en Iruñea, con la intención de prestar declaración, pero no fueron atendidos. Tras ello, varios de ellos habían acordado dar algún tipo de respuesta, entre las que planeaba un encierro en el Ayuntamiento de Altsasu. A la par, el asedio mediático que estaba sufriendo el pueblo comenzaba a reunir a una asamblea, en lo que a la postre sería la plataforma Altsasukoak Aske!, donde, sin saber lo que les deparaba el futuro, alguno de los padres y madres ya participaban como vecinos descontentos con la situación.

asambleas de 700 personas

Al principio, fueron solo cuatro o cinco personas las que empezaron a reunirse para preparar una respuesta al escenario mediático y judicial que se avecinaba. Acostumbrados a las herramientas asamblearias del gaztetxe, estas personas convocaron a una asamblea abierta a todo el pueblo. La respuesta fue premonitoria de todo lo que este caso despertaría después en la sociedad. Aparecieron cerca de 700 personas en un pueblo de apenas 7.500 habitantes. «Todo resultaba muy plural. Había exmilitantes de la izquierda abertzale, gente vinculada al PSOE, otros de Geroa Bai…», cuenta Aritz Leoz, miembro de estas plataformas desde el principio. Vieron en esa pluralidad el principal valor del movimiento y fijaron unas reivindicaciones mínimas en las que todos estaban de acuerdo. «Cuando estábamos preparando la primera gran movilización, nos enteramos de que el Ayuntamiento estaba reunido con la idea de realizar él la convocatoria». Dos representantes de la asamblea acudieron al Consistorio, donde el alcalde, Javier Ollo, les propuso que se sumasen a la convocatoria. «Javier, abre la ventana y mira toda la gente que hay ahí abajo. Venimos de ahí. Nadie se tiene que sumar a la convocatoria del otro, lo tenemos que hacer entre todos». Y acertaron. Cerca de 20.000 personas colapsaron Altsasu el 26 de noviembre de aquel año en la que sería la primera de varias movilizaciones para el recuerdo con la «justicia» como demanda.

Dos días después de la filtración, y sin saber que otros dos días más tarde la Guardia Civil tomaría el pueblo para arrestar a nueve jóvenes, la sociedad Gure Etxea de la localidad navarra acogió una nueva reunión y en ella los progenitores decidieron que debían dar un paso al frente. Tras el shock inicial, empezaron a reunirse con regularidad. Todos ellos eran vecinos de Altsasu, alguno se conocía porque los hijos habían compartido clase en la ikastola Iñigo Aritza, otros de vista y la mayoría ni siquiera eso. «A las familias nos une un caso, una situación. No coincidimos en muchas cosas, pero nos une una empatía que se ha generado porque la persona que está contigo está sufriendo como tú o más», explica Edurne Goikoetxea, madre de Ainara Urkijo.

La situación era nueva para todos. Tan solo alguno tenía algo de experiencia en movimientos sociales, mientras que para la mayoría de ellos toda esta actividad y organización era una experiencia desconocida. Es el caso de los padres de Abad, que reconocen que durante mucho tiempo estuvieron «perdidos en medio de todo este embrollo». Y ahí han estado los amigos del joven y la plataforma Altsasukoak Aske: «Lo han hecho todo. No he conocido gente como esta, de verdad. No es que sean desprendidos, es que están encima. Nos venía toda la información y éramos incapaces de quedarnos con nada. Ellos apuntaban todo». Igone Goikoetxea, madre de Unamuno, tuvo la misma sensación en los primeros compases. «Te parece que te enteras de todo, porque estás a tope. Pero después te preguntas ¿y qué hice yo entonces?».

En este proceso, lleno de tensión y de duros momentos, Gotzon Urrizola, padre de Aratz, destaca que «hay formas muy diversas de ver las cosas y hemos sabido converger». De hecho, Igone Goikoetxea remarca que «lo de reunirnos era también porque sabías que podías venir aquí y ponerte a llorar. Nadie te iba a decir nada, todos estábamos igual». Bel Pozueta, madre de Ramirez de Alda y actual diputada de EH Bildu en el Congreso, entiende que han hecho lo mismo que haría cualquiera que se viera en su situación. De hecho, se convirtió en la cara visible del caso casi por inercia. Le llamaron de televisión y no tenían un portavoz. «Nadie quería ir. Yo no había hablado nunca en una televisión, pero entendí que había que hacerlo». Esa ha sido la base del trabajo de Altsasukoak Aske! y Altsasu Gurasoak: «Había que hacerlo».

La cara más amable del caso ha sido la solidaridad recabada. Empezando desde Altsasu y expandiéndose mucho más allá de las fronteras de Nafarroa o Euskal Herria. «A veces, a la gente le cuesta abrir los ojos, aunque tengan la realidad delante. Pero en este caso fue muy fácil. A los alsasuarras les bastaba con encender la televisión y asomarse al balcón para darse cuenta de la campaña de criminalización», cuenta Leoz. Esa ola que comenzó con una asamblea de 700 personas avanzó con iniciativas por toda la geografía del Estado.

«La solidaridad es impagable»

De esta forma Altsasu Gurasoak y Altsasukoak Aske! han trabajado durante cuatro años codo con codo. Equipos de comunicación, de gestión económica, un grupo motor y otro de estrecho vinculo entre ambas iniciativas. Ha habido momentos con mayor y menor trabajo e implicación, pero más de quinientas personas han formado parte de esa enorme maquinaria vecinal.

Concentraciones cada día durante los primeros meses, que pasaron a ser semanales a partir de enero de 2017, cadenas humanas, cacerolas, espectáculos de payasos, conciertos, charlas por todo el Estado y apoyos sociales y políticos difíciles de imaginar hasta la fecha. Todo ello fue caldo de cultivo para la mayor movilización que se recuerda en las calles de Iruñea.

Si la anterior al juicio celebrado en la Audiencia Nacional, desarrollada un 14 de abril de 2018 en la capital navarra, ya había superado todas las expectativas, tras las condenas a los ocho jóvenes unas 80.000 personas, según el recuento de los organizadores, colapsaron las calles iruindarras desde el estadio El Sadar, hasta la avenida Carlos III. Unos tres kilómetros de espacio en los que no cabía un alfiler. «Tú no ves tu manifestación, vas delante. No ves lo que viene detrás. Pero ves otra manifestación a los lados. Gente de todas partes», cuenta Urrizola. Su pareja, Nekane Ortigosa, resume en dos frases: «Para que no se te olvide en la vida. La solidaridad es impagable, solo se puede devolver».

Cuatro años en los que los tratamientos sicológicos, incluso un infarto, un accidente provocado por la dispersión, las bajas laborales y los cuidados han estado a la orden del día. La solidaridad, el apoyo y el cariño recibido se ha encontrado de frente con la tensión, los miedos y los continuos golpes judiciales. Ahora ha llegado el momento de parar, de poner fin a un ciclo y descansar con la mirada puesta en lo que diga el Tribunal de Derechos Humano de Estrasburgo. Las iniciativas no desaparecen, porque las ha compuesto el pueblo y el pueblo sigue estando ahí, bajo la misma ventana a la que se asomó Ollo. Pero toca dar paso a nuevas fórmulas. Con todos los jóvenes ya en casa.

Gran eskerrik asko! al apoyo, compromiso y solidaridad recibidos

El anuncio de que los impulsores de la dinámica de apoyo a los jóvenes de Altsasu ponen punto y final se realizó en una comparecencia ante los medios en la que predominaron tres ideas: denuncia, una vez más, de la «injusticia brutal» sufrida; valoración muy positiva del trabajo realizado; y agradecimiento hacia todas aquellas instituciones, colectivos y personas particulares que les han apoyado en estos cuatro años de lucha.

Los primeros en intervenir fueron los integrantes de Altsasu Gurasoak, quienes destacaron que no habrían podido hacerlo «sin la certeza de que estabais apoyándonos y defendiendo los derechos y libertades de todos y de todas, con la misma convicción que la nuestra».

Desde Altsasu Aske! destacaron que «en este proceso se ha pagado una factura humana enorme, pero el esfuerzo no ha sido en vano». Tras ellos, Adur Ramírez de Alda señaló que «hemos sido solo uno más de los cientos de montajes políticos, mediáticos, judiciales y policiales», pero en este caso se han «superado muros que otros no han conseguido» gracias «al enorme apoyo, compromiso y solidaridad que desde distintos lugares y ámbitos hemos recibido», algo que «nunca olvidaremos».

Y a los «responsables de este auténtico montaje» les trasladaron que «podrán encerrarnos, podrán hacernos sufrir y podrán imponerse por la fuerza, pero nunca podrán destruir nuestro espíritu joven, nuestro pueblo ni su gente. Lo único que han conseguido ha sido que nos unamos y que hoy estemos aquí más fuertes que nunca». Pello GUERRA