Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Hope»

Una relación con las horas contadas

La vida va pasando sin que nos demos cuenta, hasta que suena la alarma del reloj existencial y el tiempo para cambiar las cosas ya toca a su fin. El título que la noruega Maria Sodahl ha puesto a su segundo largometraje deja en el aire, sin embargo, un sentimiento esperanzador que parece contradecir la realidad sin vuelta atrás de una pareja condenada por un calendario al que ya no le quedan hojas que arrancar. Un “Hope” (2019) que tal vez se refiera al hecho de estar viva para poder contarlo, porque su segundo largometraje responde a la experiencia autobiográfica, la que compartió con su marido, el también director de cine Hans Petter Molland, cuando a ella le diagnosticaron un cáncer terminal y logró superarlo.

Maria Sodahl confiesa su drama personal en la mejor tradición bergmaniana, la cual nunca ha dejado de ser terapéutica, aunque en el fondo no haya nada inspirador que transmitir. El dolor íntimo es algo personal e intransferible, por más que pretendamos identificarnos con los otros. Y la película remarca precisamente esa sagrada privacidad, que es la que impide a la audiencia juzgar a Anja (Andrea Braein Hovig) y a Thomas (Stellean Skarsgard) en su distanciamiento y falta de previsión. Pero qué culpa tienen ambos si su convivencia es puesta a examen de golpe y porrazo, y lo que no han sido capaces de arreglar en veinte años han de resolverlo en apenas una semana, que para colmo coincide con el regreso a casa por Navidad de la mujer, tras una exitosa gira mundial con su compañía de ballet.

Una prueba final demasiado exigente e injusta, ya que es Anja a la que le toca despedirse de su pareja, a pesar de ser mucho más joven. Claro que el problema no reside en la diferencia de edad, por otra parte habitual en el mundillo artístico, sino a la necesidad de sentir en última instancia que lo suyo ha sido real, que ha merecido la pena, y que hubo algo en medio de la rutina y el tedio aparentes.