Martín Garitano
Ex diputado general de Gipuzkoa
KOLABORAZIOA

Aquel puño sigue en alto

Se cumplen ahora diez años de aquella noche que bautizamos «mágica» y parece que fue ayer. Aquel 5 de mayo, la noche se iluminó con la luz de cientos de miles de sonrisas emocionadas. Desde Tutera hasta el Arenal bilbaino; desde Gasteiz hasta Donibane Garazi, vivimos aquel minuto de gloria con una alegría indescriptible, empañada tan solo por el recuerdo de quienes ya no estaban y los que seguían cautivos.

Aquel cinco de mayo levantamos el puño y gritamos con la fuerza del esclavo que siente pronta la liberación, aunque el camino por recorrer sea aún largo y tortuoso.

Ya sé que abusamos en ocasiones del término «histórico», pero no creo exagerar si a aquel preciso instante, a las 00.31 del 6 de mayo de 2011, se lo aplicamos sin rubor.

La unión de fuerzas soberanistas que habíamos transitado senderos diferentes, y hasta divergentes en ocasiones, merecía el reconocimiento de muchas gentes que soñaban con vivir aquel momento y los que vendrían después.

Los recuerdos se amontonan, como se apilan los libros, pero hay una escena que no consigo borrar de la memoria, la de una entrañable amiga, Edurne Brouard, llorando al pie del escenario bilbaino. ¡Cuántos recuerdos, alegrías y amarguras en una sola imagen!

No había sido sencillo, pero lo complicado estaba por llegar. Bildu cosechó un resultado que casi nadie esperaba. Solo algún soñador, un par de sagaces estrategas y Maddalen Iriarte, que en el minuto uno del recuento remitió un sms: «Mucho Bildu, mucho Bildu». Tenía razón.

Luego vino el trabajo. Tocaba gobernar decenas de ayuntamientos, mancomunidades y hasta una diputación. El reto era hacerlo sin despegarse del movimiento popular, de las asociaciones vecinales, de los sindicatos... con un pie en el despacho y el otro en la calle. Había que conjugar el trabajo institucional y la confrontación política e ideológica, porque 310.000 mujeres y hombres no nos habían elegido para hacer lo mismo que se venía haciendo desde hacía décadas. El esfuerzo parecía titánico pero tengo para mí que aquella luz del Arenal alumbró el camino y, con errores y aciertos, demostramos que hay una izquierda independentista capaz de sacar el país adelante; que Euskal Herria no es patrimonio de nadie, sino de todos.

Hoy, diez años después, EH Bildu ha sabido sumar a Aralar a esa suerte de Frente Amplio que inició su andadura de la mano de Alternatiba, Eusko Alkartasuna y la izquierda abertzale. En solo diez años, EH Bildu es referente obligado en ayuntamientos, en los parlamentos de Iruñea y Gasteiz, y también en Madrid, donde Mertxe, Oskar, Bel, Iñaki, Jon, Gorka e Idurre izan cada día el pabellón vasco y el de la clase trabajadora.

Queda mucho por hacer, qué duda cabe. Hay que atender la lucha por la libertad de 210 compatriotas que siguen en prisión; hay que repatriar a los exiliados; hay que parar los desahucios; seguir en la brecha junto a los pensionistas; plantar cara a una banca sin alma; acompañar a jóvenes y trabajadores precarios, acoger a los migrantes… Vivimos un mundo lleno de injusticias y la nuestra es una herramienta, pequeña e insuficiente, ya lo sé, pero una herramienta al fin y al cabo. La tomamos en las manos que levantaron el puño en el Arenal y seguimos avanzando. Aquel puño sigue en alto.