Belén Martínez
Analista social
AZKEN PUNTUA

La lenta agonía de Palestina

No hay equidistancia que valga. Eretz-Israel es un sueño mesiánico y profético que justifica y autoriza la apropiación territorial de Palestina. Una quimera cargada de ambigüedad semántica, como «derecho al retorno» y «ley del retorno».

Según la aliá o Ley del Retorno de 1950, toda persona judía (por el hecho de serlo) tiene el derecho de migrar a Israel y establecerse allí. La Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas nº 194 (III) del año 1948, afirma los derechos de la población refugiada palestina al regreso y a la restitución. El dilema existencial tras la Nakba es desarraigo (de la Palestina histórica) o «migración» a un Estado miniatura parecido a un queso gruyer.

Desde el comienzo del «proceso de paz» (¡qué sarcasmo!), en el año 1993, el número de colonias no cesa de aumentar. Miles de hectáreas de tierra palestina expropiadas con fines de apartheid. En ese intervalo, Israel construyó un muro de la vergüenza que ha destruido y devorado tierra fértil para convertirla en pequeños bantustanes.

La paz sionista es puro oxímoron. Una paz con checkpoints, sin derecho internacional y sin convenciones internacionales.

Segar la hierba bajo los pies de la infancia palestina. Mas, como amaga Mahmud Darwish en “Carnet de identidad”: ¡Cuidado con mi hambre y con mi ira!