Gloria Rekarte
Expresa
AZKEN PUNTUA

Dudoso escarmiento

En el corazón de la vieja Iruñea, en una de sus arterias principales, de las que burbujean las tardes de juevincho, hierven durante la noche de viernes y sábado y se desbordan del 6 al 14 de julio, una mujer ha trabajado de sol a luna, ambos incluidos, durante seis años y medio sin otro descanso que el de una noche a la semana. Con el peso de más de cincuenta años sobre sus huesos, limpiaba de día las habitaciones de un hotel y, de noche, atendía la recepción. Cuando podía, dormía con la ropa puesta en un cuchitril sin ventilación, almacén de productos de limpieza, donde habían embutido una cama.

Se llama explotación laboral. Debería llamarse esclavismo, por mucho que las argollas que aprisionaron la vida de esta mujer durante más seis años no fueran de hierro, ni estuviera atada a la bodega de un barco negrero. El hostelero ha sido condenado por esta «clamorosa situación». Pero la sentencia es bastante diáfana para cualquier empresario sin escrúpulos (y dudo que escaseen): con lo que gana por no tener durante años tan solo un empleado más, bien puede correr, si salta la liebre –y no siempre salta–, con nueve meses de prisión, que no va a cumplir, y una (triste) indemnización de 3.000 euros. Sale más a cuenta. La situación es clamorosa, por supuesto que sí. La sentencia también, porque parece más un estímulo que un castigo.