Mikel ZUBIMENDI
BILBO
Entrevue
GIOCONDA BELLI
Poeta y novelista nicaragüense

«El poder a cualquier precio incluyó perder lo que significó la Revolución»

Nacida en 1948 en Managua, esta artista ha cogido la vida por los cuernos. Luchó en la revolución sandinista, aún dispara indignación contra el gobierno de su excompañero de armas, Daniel Ortega. Exiliada entonces y ahora, hizo trinchera del cuerpo de la mujer para hacerlo libre e indómito, como su melena, y logró despertar a muchas mujeres que lo habitaban.

(Marisol RAMIREZ | FOKU)

Como poeta y novelista su talento ha sido reconocido y premiado en todo el mundo, desde su primer libro “Sobre la grama”, en el que trató el cuerpo y la sexualidad femenina a través de la poesía con absoluta naturalidad. Como muchos intelectuales de Nicaragua de su época, se integró al Frente Sandinista de Liberación Nacional y vio el triunfo de la Revolución. Ocupó importantes cargos en el gobierno, pero lo compaginó con su dedicación a la novela, género en el que también destacó con títulos tan celebrados como “La mujer habitada”, que más que en un libro se convirtió en todo un emblema.

Se acercó a Euskal Herria para participar en la nueva edición de BilbaoPoesía, donde hizo un recorrido por su obra y su vida a través de sus versos en un recital titulado “Furiosamente Piel”. Antes del evento, atendió gustosamente a GARA, y con su mirada inteligente y amable elocuencia, habló de su país, con crudeza y dolor. De feminismo, con esperanza y convicción; y de literatura, con absoluta pasión y una enorme fuerza revoltosa.

Usted definió a Nicaragua como el país de Sísifo. Cuesta tanto subir la piedra a la cima para luego ver cómo se derrumba todo. Duele Nicaragua, ¿verdad?

Duele muchísimo. Esa subida de la piedra, la primera, ¡fue tan dura! !Perdimos tanta gente! Fíjate, yo era de una célula que eramos diez y quedamos vivos dos. Vi morir a mis amigos, todos sufrimos el exilio, yo en México y en Costa Rica. Y claro, ver eso, subes la piedra, llegas a la cima, sientes que existía algo tan importante y tan difícil, y de repente ver que esa piedra se derrumba, es muy duro. Porque no fue un derrumbe causado por las dificultades digamos de la guerra de la Contra y todo eso, sino que fue un derrumbe propio causado por la ambición de un ser humano que no pudo tolerar la derrota electoral de 1990 y se propuso volver al poder a cualquier precio. Y ese precio incluía perder los principios, todo lo que significaba la Revolución. Se negó a democratizar el partido, a entrar en otra dinámica como partido de oposición, teníamos el 42% cuando perdimos las elecciones. Eso nos ha llevado a entender quién es Daniel Ortega, que ha perdido el rumbo humano y ético, y ha convertido a Nicaragua en una cárcel.

El sandinismo inspiró, engendró ilusiones, politizó a millones. ¿Cómo preservar su memoria, la grandeza de su historia y la de sus protagonistas sin mancharla?

El que más lo ha manchando es Daniel Ortega, porque cómo vas a creer que haya puesto en la cárcel a Dora María Téllez, a Hugo Torres, a Víctor Hugo Tinoco, gente que lo dio todo por la Revolución. Hugo Torres estuvo en una acción en 1974 en la que liberó de la cárcel a Daniel Ortega, él arriesgo su vida para sacarlo de la cárcel, y Ortega lo metió en la cárcel porque se le oponía. Dora María Télllez fue la mujer que liberó la primera ciudad en Nicaragua, con un estado mayor femenino, si ella no la hubiera liberado Daniel Ortega no habría podido aterrizar. Y Ortega los ha atacado, nos ha atacado, con saña y con venganza. Por otra parte, el protagonismo de Daniel Ortega se exagera, absolutamente. Hasta el final era cualquiera otro de nosotros, cuando llegamos al triunfo se decide que él sea parte de la junta de gobierno, pero no porque hubiese dirigido la Revolución. Él estaba en Costa Rica la mayor parte del tiempo.

¿No hay opción, por tanto, de preservar una memoria sana?

El problema es que como se han hecho tantas atrocidades desde 2018 cuando se reprimieron las protestas de la gente con tanta violencia, que ahora la gente joven hace de cuenta cuando dicen sandinismo como que dijeran somozismo. Es horriblemente triste. Entiendo lo que me estás diciendo, para mí siempre va a ser heroica esa gesta de botar a Somoza, va a seguir grabada en mi memoria con letras de oro y épica, pero para la gente joven el sandinismo no representa otra cosa que represión.

Se ha vuelto a exiliar por segunda vez, siendo ya abuela. Me abruma pensarlo.

Yo no lo pienso demasiado, porque si lo hago me deprimo. Vivo el día a día. Pero sí, es la crueldad que estás señalando. Una cosa es cuando me exilié la primera vez, tenía 25 años, y otra, ahora, a los 74 años, que me digan ya no tienes casa, no tienes dónde regresar, te estamos borrando de los anales de Nicaragua, del registro civil, están matándonos civilmente, y además nos quitan la prestación de jubilación, nos cierran las cuentas bancarias y me han quitado la casa. Yo no tendré dónde volver. Es una crueldad que no te la imaginas de un revolucionario. Este hombre no está defendiendo más que un proyecto personal, no una Revolución. No somos los yankies, ni el imperialismo, esa es una narrativa mentirosa para convencer a sus fanáticos, que cada vez son menos.

Poeta, novelista, activista, feminista, luchadora por la igualdad… Para Gioconda Belli, ¿quién es Gioconda Belli?

Solo soy una mujer que ha vivido intensamente, que se ha tomado la vida por los cuernos y que ha tratado de dejar huella de su vida. He tratado de hacer lo que decía Aristóteles: el sentido de la vida es tomar tu potencial y realizarlo plenamente.

¿Cómo lleva eso de ser una escritora que tiene que responder a preguntas sobre política? ¿Cuál es la relación de la artista con el animal político que habita en ella?

Fui animal político porque soy nicaragüense, porque en ese tiempo para poder estar en paz con vos mismo tenías que estar participando en lo que estaba ocurriendo en el país y luchar contra esa dictadura. De alguna manera, mi ser escritora y mi ser política sucedieron al mismo tiempo. Yo era una muchacha, imagínate, que me casé a los 18 años, tuve mi primera hija a los 19, era de una familia antisomocista, pero cuando me cruzo con compañeros del Frente Sandinista que eran artistas, poetas, me convencen que la lucha armada era la única vía y ahí siento que mi vida empieza a tomar más sentido, que ya tengo una función en la vida. Y por eso, mi escritura está muy vinculada a la lucha contra la dictadura en Nicaragua. Me tocó una vez, ahora me toca la segunda.

Con la poesía no se gana la guerra, pero sin ella no puedes aspirar a ganarla.

No concibo la Revolución sandinista sin la poesía de Ernesto Cardenal, sin la música de Carlos Mejía Godoy, sin la participación de los jóvenes poetas en ese momento. Le pusimos palabras a las aspiraciones de ser una República libre de ese monstruo que era Somoza. La palabra es fundamental, porque es lo que articula nuestros sentimientos libertarios.

La mujer empoderada es central en su obra.

Entiendo que el mundo del futuro va a ser más justo. Una de las mayores injusticias que hemos vivido los seres humanos es la marginalidad de la mujer a partir de la biología femenina, de su capacidad de reproducirse. La función de reproducción, que debía haber sido una razón para tener a la mujer como una reina, nos ha causado marginalidad, invisibilidad en la historia.

Es que le ha tocado vivir entre esos dos paradigmas: la Eva tentadora y la Virgen María.

Sí, porque se nos demanda en cierta manera la modestia, la mujer «decente», por lo menos a mi generación. Eso está cambiando, pero aún a las muchachas jóvenes se les demanda una cierta manera de verse, de ser, todas esas preocupaciones de las mujeres modernas, tiene que ver con esa imagen construida por la literatura masculina. La literatura femenina todavía está en ciernes.

¿Cómo lleva que todavía algunos la consideren como la «poeta del erotismo»?

Yo sigo siendo erótica, eso es otra cosa. Si yo fuera un hombre de 74 años, bien guapo, no me calificarían si soy erótico o no. En esa etiqueta hay una concepción equivocada de la mujer. Mientras llegamos a esta edad dejamos de ser fértiles físicamente pero por otro lado tenemos toda la experiencia, lo que hemos vivido, tenemos mucho que darle a la humanidad, no somos unas viejitas que nos vamos a ir a meter en las casas como las abuelas.

En este mundo que parece que ha perdido el norte, lleno de mala uva y de mentiras, dígame que los pesimistas también se equivocan.

Mil veces prefiero ser optimista que pesimista, aunque me equivoque. Es como la confianza, prefiero confiar en la gente que no confiar, porque me hace más feliz. El mundo ha dado tanta vuelta, pasamos por crisis, pero hay avances significativos. Estamos avanzando y parte de esos avances son estos conflictos.