La verdad sea dicha
Paseando sin cesar, de arriba abajo y de abajo arriba, a poco que tengas un poco de morriña acumulada descubres que el paisaje urbano está cambiando de una manera explosiva. Y si te pones a atar cabos, entenderás que ese cambio forma parte de una evolución del espacio público debido a las intervenciones arquitectónicas institucionales y a una soterrada influencia de los nuevos paradigmas imperantes en la vida social dentro del sistema capitalista fluorescente.
La misma idea de barrio se ha convertido en un verso suelto. Todas las transformaciones de nuestras lonjas y bajeras en escaparates o en cristaleras enrejadas que esconden un apartamento turístico hace que los bares tradicionales se conviertan en franquicias y que, pese a que anuncian las estadísticas que se consume menos pan que nunca, el incremento de lugares donde se venden manufacturas múltiples realizadas con harinas de toda índole y condición llega a instaurar un mundo imposible de descifrar. Todo es de masa madre y en todos los establecimientos hay un letrero que avisa que estamos ante una bakery, o sea, todo forma parte de la nueva estafa que configura un ideario inverosímil, donde las petroleras se convierten en abanderadas del mundo ecológico.
La verdad sea dicha: casi la totalidad de esos establecimientos son franquicias. Lo máximo que hacen es calentar o darles una horneada a la masa congelada servida desde lugares remotos. No son un horno, no se abren nuevos obradores. Como los partidos políticos actuales que usan ideas precocinadas que vienen del pasado. Sin gluten.

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