Raimundo FITERO
DE REOJO

En el ascensor

Si vives en chalet adosado, caserío o vivienda sin ascensor, no puedes entender lo que significan las conversaciones de ascensor. Hubo un tiempo de sociología aplicada en que se medía la preocupación de las sociedades con los temas o asuntos de los que se hablaba en el ascensor. Por lo tanto, la pregunta puede ser pertinente, ¿de qué se habla en el ascensor? Hablar del tiempo es hablar del clima y podemos caer en monólogos indescifrables como lo son los cambios drásticos de temperaturas, la aparición de ese fenómeno tan recurrente que se llama Dana, la clara bajada de importancia del anticiclón y por ende el borrado de las islas Azores y la nueva marca incuestionable que se conoce como Aemet.

También puede suceder que ahora mismo, por prudencia, aislamiento y mala educación, baste con un saludo escueto y se mire de manera obsesiva el teléfono multifunciones, por lo que no existe más comunicación y no me imagino que alguien suelte un «vaya la que se está liando con Venezuela», porque eso podría ser tan insurgente como plantear algo sobre el TAV y el PNV. Así que en el ascensor se mira las paredes, el contador de pisos o el teléfono donde la mayoría dejamos parte de la inteligencia y casi toda la memoria.

Si eso pasa en el ascensor, qué puede suceder en esa nave espacial que nos dicen que está a muchos cientos de kilómetros de nuestra terraza, donde unos millonarios hacen paseos con un cordón umbilical electrónico. ¿De qué pueden hablar tantas horas? Seguro que les preocupa la emigración, sus gatos y perros y el precio del champán francés. Sin ascensor, el roce es menor.