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Diez años después del ataque contra Charlie Hebdo, el que fuera su responsable de seguridad tras el atentado, asegura que el pueblo francés ha tomado conciencia del peligro del islamismo, contrariamente a «los irresponsables» políticos, intelectuales, medios de comunicación, docentes, estudiantes, funcionarios y militantes de izquierda que, según él, lo alimentan. Seguramente incluye a la Agencia Europea de los Derechos Fundamentales que hace un par de meses alertó del incremento alarmante de la islamofobia en el viejo continente, donde uno de cada dos musulmanes reconoce ser víctima de discriminaciones a diario, una situación exacerbada «por una retórica deshumanizadora antimusulmana» que, paradójicamente, ha aumentado con el genocidio de Gaza que llevamos meses viviendo en directo sin que la comunidad internacional, muy pía y cristiana ella, haga nada por impedirlo. El pueblo francés es listo y toma conciencia de los peligros y por ello la intención de voto se inclina cada vez más hacia la extrema derecha, esa que acaba de perder a un caudillo que se distinguió como torturador en la guerra de Argelia y que, si bien fue tratado como un apestado supremacista durante décadas, ha muerto aún más blanqueado, en un giro político digno de portada satírica.

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