Gaizka IZAGIRRE
HERNANI
CIUDAD DE ASFALTO

Exceso de crudeza, efectismo y clichés

En esta película Jean-Stéphane Sauvaire nos presenta a Ollie Cross, un joven paramédico que recorre en ambulancia las calles de Nueva York, mientras prepara a su vez el examen de acceso a la Facultad de Medicina.

Sauvaire intenta sumergir al espectador en el implacable mundo de los paramédicos urbanos, pero se queda atrapada en un exceso de crudeza, efectismo y clichés que le restan valor narrativo y emocional.

Desde el inicio, apuesta por un estilo visual visceral, mostrando sin concesiones la violencia y desesperación de las calles. Sin embargo, esta constante exposición a escenas gráficas se vuelve rápidamente agotadora. Lejos de generar una conexión con el espectador, el desfile incesante de tragedias deshumaniza el relato y acaba por desensibilizar.

Sean Penn, como el paramédico Gene Rutovsky, nos regala una gran interpretación, pero su personaje cae en el estereotipo del veterano cínico con un pasado turbulento. Tye Sheridan también cumple. Lo que genera una pereza tremenda es que sus transformaciones y diálogos están adornados con una abundante simbología religiosa; en la habitación de Cross destaca un cuadro de un ángel como pieza central, lleva una chaqueta que tiene alas estampadas en las mangas y los diálogos sobre el Cielo y el Infierno son recurrentes.

A su vez, la película intenta ser una reflexión visceral sobre la lucha por salvar vidas en condiciones adversas, pero fracasa en equilibrar la intensidad con la humanidad necesaria para que el espectador se involucre.

Adopta un enfoque demasiado simplista y maniqueo, donde todo se presenta en términos absolutos de oscuridad o maldad.