Una reinterpretación irregular

Tras el éxito de “El Hombre Invisible” (2020), Leigh Whannell se pone a los mandos de esta reimaginación del clásico monstruo; mantiene su estilo característico apostando por efectos prácticos en la transformación del hombre lobo en lugar de CGI excesivo. No solo opta por eliminar lo digital por una cuestión estética, sino que también reivindica la esencia clásica del cine de terror. La ambientación sombría, el diseño de sonido y la fotografía crean una atmósfera inquietante, recordando a los clásicos del género mientras introduce un enfoque moderno. Personalmente agradezco que la película priorice la tensión psicológica sobre los momentos de terror tradicionales, pero puede decepcionar a quienes esperaban una película más visceral.
Dentro de un uso formal bastante interesante, encontramos un fondo muy irregular: el guion intenta explorar temas como la paternidad, la lucha interna contra los instintos y el deterioro de las relaciones familiares, pero la ejecución es desigual. Al igual que sus anteriores trabajos, el director nuevamente ha decidido añadir un trasfondo a la historia que, aunque aporta solidez tanto a la trama como a sus personajes, es bastante convencional y superficial.
Christopher Abbott y Julia Garner ofrecen interpretaciones aceptables, pero sus personajes no terminan de desarrollarse lo suficiente. La relación entre ambos podría haber sido el eje emocional de la película, pero la falta de profundidad en el guion impide que conectemos con ellos.
“Hombre lobo” no es una mala película, ni muchísimo menos, pero tampoco logra destacar dentro del género. A ratos es interesante, entretenida y tiene algunos destellos de talento en su dirección, pero su historia carece de fuerza y su narrativa es demasiado apresurada.

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