Raimundo FITERO
DE REOJO

Misericordia

Algunos de los detalles de la toma de posesión de Trump ayudan a completar el cuadro actual que nos puede indicar la deriva en la que vamos a entrar de manera imparable. ¿Cuántos curas, pastores, rabinos, representantes de sectas y minorías religiosas intervinieron? El cuadragésimo séptimo presidente de EEUU repitió hasta la saciedad que fue dios, su dios, quien le encargó de manera inequívoca la misión actual que está desarrollando con mano de hierro. Por eso, cuando en su segundo día de mandato fue a un oficio religioso en la catedral de Washington y la obispa episcopaliana Mariann Edgar Budde desde el púlpito le pidió misericordia para los emigrantes y jóvenes transgénero, se sintió señalado, incomodado y ha pedido que esa señora pida perdón públicamente. Será, a su entender, una contradicción entre lo que considera le manda su dios y lo que una de sus representantes en la tierra le solicita al presidente desde su autoridad moral.

Misericordia es una bella palabra. Es generosa en todas sus sílabas. Lo que nos provoca al escucharla es una predisposición hacia el entendimiento y comprensión de los demás, el relativizar los fundamentos inamovibles y operar dentro del ámbito de la reconciliación casi astral. Recuérdese que en nuestras capitales siempre han existido Casas de la Misericordia que ha servido como plataforma de ayuda a los más necesitados, que han luchado, a su manera, contra la exclusión. Bueno, y en algunos casos, también gestionando encierros y corridas generales que sirven, aseguran, para su financiación. Nos va a hacer falta mucha misericordia.