Raimundo FITERO
DE REOJO

Un simulacro real

Cinco, siete, ocho, diez horas sin suministro de energía eléctrica configuran un retrato del caos, del miedo, de la dependencia absoluta de algo insustituible, ya que en muchos hogares no hay nada que no funcione con la luz, acaso tenemos gas para la calefacción, pero todo lo demás cortado, no existente, sin recursos para buscar una alternativa. Y de nuevo rescatamos la radio a pilas, el famoso transistor se convierte en un nexo, en un punto de conexión con la realidad condicionada por una avería tan global que asusta. No hay nada más que señalar, de momento esperar noticias que nos digan qué ha pasado exactamente, aunque ya nos advierten que será lenta la investigación y sus conclusiones.

Pasadas veinticuatro horas desde el apagón, hemos sabido de bulos, contaminaciones, sustos añadidos, dudas sobre atentados cibernéticos, desmentidos y cautelas. Las calles abarrotadas de personas andando porque los medios de transporte estaban fuera de servicio, colas en todos los lugares donde vendían pilas, papel higiénico o algunas alternativas de alimentación en frío. Y lo peor, lo más trascendente, sin wifi, sin teléfono, sin conexión de ningún tipo. Este oscuro comunicativo altera el ritmo, produce estados de ansiedad, nos enfrenta a unas rutinas cortadas bruscamente, no se podía ni hablar con nadie, ni usar redes sociales. Las urgencias han sido para rescatar personas atrapadas en ascensores o trasladar a quienes tienen problemas respiratorios a lugares donde funcionen las máquinas. Un simulacro muy real de lo que puede ser un estado de guerra. ¿O hay algo más?