EDITORIALA

Con el fiasco de la OPE y el conflicto en Arkauti, ¿cómo no va a haber que hablar de la Ertzaintza?

Es difícil entrever qué hay detrás de algunas declaraciones públicas. La falta de transparencia fuerza a especular sobre posturas que son demasiado parciales incluso para los fieles. Nuevos hechos pueden aportar elementos de juicio, pero no tienen por qué mejorar la valoración sobre algunas poses desaforadas.

Ha sucedido algo así con la reciente polémica sobre la Ertzaintza. Declaraciones solemnes de dirigentes del PNV, adornadas con una aversión desmedida hacia los y las representantes de EH Bildu. Nada nuevo, pero no está claro si eran reflejos del pasado, segmentación por encuestas o maniobras de distracción.

En el caso del consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, la defensa de sus agentes le va en el cargo, pero atacar a otros representantes institucionales de forma exagerada se sale de su registro. En el caso de Aitor Esteban no será para marcar perfil, porque es su perfil natural -similar al de sus antecesores-.

UNA POLICÍA ENEMIGA DE LA PEDAGOGÍA

A los pocos días de esa refriega, se sabía que el 90% de los aspirantes de la última OPE de la Ertzaintza y policías locales ha suspendido el psicotécnico y la prueba teórica, por lo que no se cubren las plazas y habrá una convocatoria extraordinaria. Ni rebajando la nota han logrado salvar la OPE. Está claro que desde Lakua no han sabido transmitir que el poder que se confiere a la Policía implica una responsabilidad que requiere unas aptitudes y actitudes mínimas.

Pero no es solo un problema de percepción entre los aspirantes. Dentro de los actuales ertzainas hay una parte relevante que no contempla el reciclaje profesional. Solo así se entienden las salidas de la directora de la academia de Arkauti, Miren Dobaran, y la de su número dos, Amaya Angulo.

Tras menos de un año en sus cargos, han sucumbido a las presiones y enfrentamientos que han sufrido por su voluntad de cambiar algunas malas prácticas en la academia. Vocento explicaba que todas las fuentes coinciden en el «choque entre el equipo de Dobaran y determinados grupos de poder de Arkaute y del propio Departamento de Seguridad».

El relato resuena a miles de películas, pero sobre todo refleja una concepción en la que la Policía es un lobby que está por encima del mandato democrático.

UN DEBATE SERIO, ALEJADO DEL INFANTILISMO

La Administración Pradales debe haber comprendido a estas alturas que frente a los cambios urgentes, cuando no es la burocracia aquí se imponen «los grupos de poder». Son sus cambios, y los abortan su burocracia y sus poderes, nadie ajeno a su estructura.

La demagogia no va a cambiar eso. No se sabe a qué responde la serpiente jeltzale de verano, pero la realidad dicta que no se puede seguir esquivando el debate sobre qué Policía necesita la sociedad vasca.

Sin ánimo exhaustivo, hay algunos cambios que son evidentes. Se puede empezar por el nombre, que por ser simbólico no es banal. A falta de voluntad para cambiar el de la Ertzaintza -sería lo mejor-, añadir Libertades a Seguridad indicaría una voluntad democrática y moderaría el sen autoritario.

Pedagogía y formación. La Policía necesita reciclarse en valores para afrontar los retos del futuro; y en protocolos para no repetir los errores del pasado.

Debe rendir cuentas, siempre. Y no se puede ceder al chantaje, ni en el plano sociolaboral ni en otros.

Respetar la autonomía municipal sería positivo y un indicador de que se asume la alternancia democrática. En el mismo sentido, convendría no alimentar fenómenos dañinos ni segmentarlos territorialmente bajo la premisa de que dañan al adversario.

Si no está dispuesto a dar este debate en serio, el Gobierno de Pradales no puede pedir disciplina. Menos si no la puede imponer ni en su propia Policía.