Diagnóstico, tonos y algún destello al que agarrarse
El pleno de política general que se llevó a cabo ayer en el Parlamento de Gasteiz mezcló lo previsible con algún destello de política de nivel. Llegaba tras meses en los que el lehendakari Imanol Pradales ha estado desaparecido, probablemente condicionado por la crisis interna del PNV y su transición. En ese periodo, el PSE, su socio de Gobierno, ha permanecido oculto, esquivando el «caso Koldo». Ambas fuerzas han aparecido poco y, en cada ocasión, ha sido para criticar a EH Bildu, que mantiene su inercia porque tiene una lectura de la sociedad más afinada -se ha visto con Palestina- y porque la obsesión de PNV y PSE les legitima.
En este contexto, todo el mundo ve con alarma una regresión reaccionaria, y el lehendakari la asumió ayer junto a otros retos del país. Si el diagnóstico que realizó Pradales es veraz -y ahí coincide en parte con EH Bildu, lo que supone una supermayoría del Parlamento-, seguir haciendo las cosas igual que siempre no es realista. Por ejemplo, si ante esa amenaza el debate sobre el estatus es prioritario, por mucho que Aitor Esteban necesite tiempo, retrasar los plazos hasta junio de 2026 y entregárselo del todo a los partidos no es lógico.
En esta situación, el liderazgo importa. Seguramente, los debates cruciales para el futuro se sitúan entre el balance de gestión y la proyección institucional que realiza Pradales, por un lado, y el diagnóstico y la prospección sobre el estado de la nación que plantea Pello Otxandiano, por otro. Por eso, lo más interesante de la jornada se escuchó cuando ambos se interpelaron. En ese marco político, ideológico e institucional, la intervención de Eneko Andueza fue disonante, porque las dos fuerzas mayoritarias le dan al PSE un papel relevante en esos debates estratégicos, pero él lo desprecia y utiliza la tribuna como si estuviera en la Fiesta de la Rosa: felicita a los consejeros de su partido, se olvida de su responsabilidad en gobiernos anteriores, reproduce las trifulcas con el PP de Madrid… Eso sí, tiene la ventaja de que sus socios le admiten el veto precisamente en esos que se identifican como «debates de país». Llegue o no llegue a Madrid la derecha, ese esquema es un freno para el país. Y todo el mundo es consciente.

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