Raimundo Fitero
DE REOJO

Asco

Don Jesús Cindora iba por las tertulias de la TDT más ultra simulando ser un progre. Era una suerte de contrapeso que en comparación con los cavernícolas colaba como joven profesor, licenciado en la Universidad de Navarra que intenta racionalizar los argumentos y dar otra mirada basado en su curriculum en la SER. Sus esfuerzos tuvieron recompensa inmediata y lo tenemos ahora mismo en Cuatro, presentando el programa seudo-político de las mañanas. Ahí sigue con su forzada postura ecuménica, de centro, centro, intentando canalizar a sus invitados hacia las tesis más peregrinas.

Pero de repente, se destapa como un depredador de la razón política y jurídica, del periodismo, de la ecuanimidad, y se presenta la noche de los domingos con «The Wall» (maldito sea el que decidió poner este nombre a este programa y utilizar la música de Pink Floyd), que aparentemente se coloca para competir con Jordi Évole y Ana Pastor, pero que solamente puede compararse con «la Marimorena» de 13 TV, para ver cuál de los dos siniestros programas provocan más asco intelectual, ético y periodístico, siempre moviéndose en la manipulación y en las tesis más repugnantes de falta de idea de justicia y con el morbo y el discurso de extrema derecha presidiendo todo.

El tema era la mal llamada doctrina Parot, y se tiraron un buen trecho hablando de violadores, de asesinos en serie, de individuos que deciden los tertulianos asegurar que son irrecuperables, que provocan alarma social, toda esa mierda de la propaganda más extremista para justificar todas las violaciones de los derechos fundamentales de la ciudadanía en nombre de la seguridad para desembocar, claro está en lo que les preocupa, la salida de militantes vascos que han cumplido de sobra las condenas que les impusieron los tribunales de acuerdo a la legislación vigente. Un programa infecto, infeccioso, y el jovencito Pablo iglesias, con su coleta y sus buenos modales no hace otra cosa que darle certificación de pluralidad a una entrega deplorable, asquerosa. Lo bueno es que no se comió un colín. No llegó ni al cuatro por ciento. La audiencia parecida a la de Carlos Cuesta y sus patéticos delirios en el canal ultra católico.