Jaime LOPEZ MADRID
Entrevue
Aitor y Amaia Merino
DIRECTORES DE «ASIER ETA BIOK»

«Ha habido exhibidores que, de plano, se han negado a ver la película»

Aitor (Iruña, 1972) y Amaia Merino (1970), se enfrentan a su semana más difícil. «Asier y yo» o «Asier ETA biok» en su versión en euskara, el documental que ambos dirigen y donde narran su relación con el entonces ex preso vasco Asier Aranguren llega hoy a las salas. Con ser una película incómoda para el espectador en su búsqueda de espacios de reflexión y su ausencia de prejuicios, la detención, la semana pasada, de Asier, ha complicado más las cosas para sus directores quienes se han sentido sobrepasados en una campaña de promoción donde, al margen de defender la película, se han visto obligados a asumir una responsabilidad para la que confiesan no estar preparados.

Dice Ramón Saizarbitoria que en euskara se ha escrito mucho para convencer al convecino; del mismo modo, al moverse por el Estado, muchos vascos se han visto obligados a utilizar el castellano para explicarse ante los otros, también para posicionarse. Alrededor del llamado conflicto vasco se han viciado los procesos de comunicación, sobre todo en un escenario donde unilateralmente se ha decidido que no ha lugar para los matices y la dialéctica del «estás con nosotros o con ellos» ha terminado por imponerse hasta generar una visión sesgada y distorsionada de todo, amén de una tensión no deseada ni pretendida entre interlocutores.

Aitor Merino y su hermana Amaia decidieron rodar un film como «Asier y yo» para tratar de buscar espacios de reflexión donde las propias dudas tuvieran mayor peso que las certezas, en la convicción de que «comprender al otro no significa forzosamente justificarle» y de que los múltiples prejuicios que en el Estado español ha habido y hay sobre el conflicto vasco se habían relajado un poco tras el anuncio de ETA del cese definitivo de su actividad armada, lo que posibilitaba la apertura de un nuevo escenario.

Sin embargo, su gozo cayó abruptamente en un pozo: la detención de Asier Aranguren en la discutida y mediática redada contra los interlocutores del EPPK la pasada semana les ha devuelto al punto de partida: «Ni en la peor de mis pesadillas podía imaginar una situación como ésta -comenta Amaia Merino-. Lo que más nos preocupa es la situación de Asier, que es nuestro amigo del alma, pero al mismo tiempo nos sentimos muy tristes por toda la gente que ha apostado por este proyecto, que ha participado en la película. A cuatro días del estreno estamos aquí en Madrid contestando a un montón de medios y asumiendo una responsabilidad que no sabemos ni si somos capaces de manejar».

«Tenemos miedo de no estar a la altura, de no saber transmitir aquello que nos gustaría que llegase a la opinión pública -contesta Aitor Merino-. Estamos sobrepasados pero a la vez tranquilos, porque sabemos que nuestra película habla mejor que nosotros, que refleja nuestros sentimientos de una manera mucho más precisa que nuestras palabras. En ese sentido, un trabajo como `Asier y yo' resulta ahora más pertinente que nunca, desde luego más que hace una semana».

La tensión es evidente en ambos, también la fatiga, algo que tiene que ver no solo con los rigores de la promoción (encadenando entrevista tras entrevista) sino con la insistencia con la que se les plantea cuestiones que están más allá de la película y que les obligan a medir mucho cada una de sus palabras en aras de ahorrarse malentendidos o de dar lugar a interpretaciones equívocas. Esa desde luego no era su intención cuando hicieron el film, cuyo rodaje iniciaron antes del anuncio por ETA del cese definitivo de su actividad armada, desmintiendo así a aquellos que maliciosamente les acusan de oportunistas por presentar, precisamente ahora, un documental que aboga a las claras por profundizar en una solución política al conflicto.

«Empezamos a rodar cuando Asier salió de la cárcel (cumplió una condena de 8 años) y a decir verdad sin ninguna pretensión, no pensamos en cuál iba a ser la respuesta del público ni el impacto de nuestro trabajo, eso es algo que nos planteamos ahora con el film a punto de estrenarse. Lo único que nos preocupaba entonces era que la película reflejase lo que nosotros queríamos de una manera honesta y libre», confiesa Aitor Merino.

Nacida en Guatemala

Esa libertad también estuvo estimulada por las facilidades que encontraron para concluir la película, algo insólito por el tipo de propuesta que es (un documental, donde lejos de ofrecer respuestas se amplían los márgenes de interrogación sobre el conflicto vasco) y por el tema que aborda: «El film pudimos comenzarlo gracias a una ayuda del consejo audiovisual de Ecuador, que lo seleccionó entre otros muchos proyectos», comenta Amaia, residente en el país sudamericano desde hace dos décadas, donde ha producido y escrito diversos documentales y donde da clases en el Instituto Tecnológico de Cine y Actuación de Quito.

«No obstante -dice Aitor-, hubo un momento en el que vimos que resultaba imprescindible contar con el respaldo de una productora para afrontar el proyecto con garantías». Ahí entró en juego Ainhoa Andraka a través de su pequeña productora Doxa Producciones, que se ha volcado con el film. El siguiente paso fue acudir al Festival de Cine de Donostia, donde «Asier ETA biok» obtuvo el premio Irizar al Cine Vasco dentro de la sección Zinemira. «A Donostia acudimos sin distribución pero fue tal el impacto del film en sus diferentes presentaciones que enseguida encontramos distribuidora, Splendor Films compró la película y comenzó a moverla para su estreno en salas», explican.

Ha sido a partir de entonces cuando han comenzado las dificultades y se han hecho presentes, más que nunca, los prejuicios no resueltos que aún pesan sobre los modos de percibir la realidad del conflicto vasco en el Estado español. Encontrar salas dispuestas a proyectar un documental que, según reconocen sus propios autores «genera una cierta incomodidad en el espectador», no ha sido fácil. De hecho únicamente un cine en Madrid y dos en Barcelona acogerán el estreno de «Asier y yo» fuera de Euskal Herria, algo que a Aitor Merino le resulta especialmente frustrante puesto que «esta película está pensada para que se vea en Euskadi, pero sobre todo para que se vea en el resto del Estado, en el Estado francés también y, en general, en todo el mundo».

Frente a los prejuicios

De ahí su implicación a la hora de estar presente en la mayor parte de proyecciones que se han hecho en el Estado español, celebrando coloquios, tras el pase, con los espectadores. En este sentido, Aitor Merino reconoce que se sintió especialmente conmovido con el pase que organizaron en el Festival de Cine Inédito de Mérida (Badajoz): «Para mi sorpresa, el público aplaudió dos veces al finalizar la película, después tuvimos una charla muy interesante y tras ésta, el festival dio papel y lápiz para que los espectadores apuntasen de forma anónima sus impresiones sobre la película. Tenemos un taco de comentarios preciosos que Asier también ha leído emocionado. ¿Por qué queremos que se vea fuera de Euskadi? Porque no aspiramos a que la gente cambie su manera de pensar pero sí generar preguntas, debate, reflexiones... En Mérida la sensación que tuve es que mucha gente se preguntaba `¿nos habrán estado ocultando información sobre este conflicto? ¿Acaso no habremos tenido una visión sesgada sobre el mismo?'. Que se genere ese espacio de duda en el espectador es un triunfo para nosotros», sostiene el actor y director navarro.

De ahí su indignación hacia aquellos exhibidores que «por miedo, por pensar que igual si proyectan `Asier y yo' en sus cines les iban a pintar frases ofensivas en la fachada, han resuelto no querer saber nada de la película». Amaia, por su parte, trata de suavizar un poco el tema: «Somos conscientes de que ésta no es una película fácil para el espectador más allá del tema que aborda, pues la gente prefiere ir al cine a evadirse o a ver largometrajes donde se lo den todo mascado y para propuestas como la nuestra existen cauces de difusión limitados. Intentamos abrirnos hueco entre una cantidad ingente de estrenos norteamericanos y eso también resulta una dificultad añadida». «Ese siempre ha sido uno de los grandes éxitos del poder -conviene Aitor-: posicionar al ciudadano en un espacio de percepción limitado donde todo es blanco o todo negro, pero eso no quita para que haya habido exhibidores que, de plano, se han negado a ver la película, más allá de entrar en otras consideraciones».

Cambio de escenario

Pese a todo, pese a los prejuicios, la ceguera moral, las visiones sesgadas y el modo en que los medios de comunicación le hacen el juego al poder político a la hora de fijar percepciones y de enquistar posiciones, tanto Aitor como Amaia se muestran esperanzados: «Yo soy una optimista crónica -dice ella-, por eso más allá de este momento de dificultad personal con Asier y otros compañeros suyos enchironados, creo que la solución al conflicto es irreversible». Para Aitor, «llegará un momento donde todos esos prejuicios vayan cayendo y se pueda hablar desde la normalidad de ciertas cuestiones. Ahora mismo todo está tan enquistado que a peor no puede ir, de tal modo que aventuro (al menos me gusta pensarlo así) un cambio de escenario. Los medios de comunicación independientes tienen la obligación de empezar a informar de lo que ocurre en Euskal Herria citando fuentes que no sean las oficiales y, aunque con cuentagotas, es algo que veo que se está empezando a producir».