Ramon SOLA
DESDE LA GRADA

Sin la perrería del Levante, el regate del Celta o la paciencia del Rayo, un poco de todo también sirve

La liga ofrece un ramillete de estilos para todos los gustos. Hay mil caminos al mismo destino: la salvación que, con presupuestos tan a la baja, es el único objetivo razonable para más de la mitad de los competidores (que se lo pregunten al Betis, que arrancó con ínfulas europeas y se va a ir al pozo de la manera más infame). A estas alturas de campaña, las sensaciones que da cada equipo se reflejan perfectamente en las estadísticas. Así, el Levante de Caparrós emula al Osasuna de Mendilibar: es el equipo más extremo, el anti-tiquitaca, el que más balones pierde y el que más recupera, el que más remates sufre y el que menos dispara... un aparente disparate que le vale para sumar 40 puntos y haber llegado a la meta con siete jornadas de antelación.

El paradigma contrario lo marca el Rayo Vallecano, con la apuesta también extrema de Paco Jémez por mimar el balón en cualquier área del campo y jugarse cada partido a la ruleta rusa del tres puntos o cero. Nadie daba un duro porque fuera una apuesta ganadora, pero parece que también servirá.

Mucho más fácil lo tienen las plantillas con un evidente plus de calidad, como Málaga, Granada o Celta. No resulta casualidad, por ejemplo, que Luis Enrique tenga cuatro de sus hombres entre los veinte jugadores que más regatean de la liga (Rafinha, Nolito, Orellana y Augusto Fernández). Así cualquiera, se podía decir.

Vista la puntuación que acumulan tres equipos tan dispares, cabe concluir que saber a qué se juega supone una ventaja a la larga. Los equipos con un estilo marcado y que no han dudado de su modelo -medalla de oro en fe para los de Vallecas- han terminado hallando resultados.

¿A qué juega Osasuna? Saberlo es mucho más difícil, incluso en esta jornada 32, con el fin de campaña a la vuelta de la esquina. El cambio de banquillo en la tercera jornada ha provocado una mezcla de estilos algo desconcertante. Y más aún cuando Gracia no tiene un plantel excesivamente definido: donde ha encontrado un gran ariete sigue faltando un distribuidor, cuando han crecido los laterales se han estancado los centrales y el portero... En casi ninguna estadística (regates, centros, pases) lucen los rojillos.

Así, a Osasuna se le acaba la liga buscándose aún a sí mismo. El de la primera parte de ayer se pareció al de Málaga o Vigo, construyendo con paciencia en el centro hasta romper por los laterales. El de la segunda sonó más al que se limitó a blindarse y cruzar los dedos en Valladolid, Elche o Granada, para terminar también sumando. El equipo confuso y nervioso de los minutos posteriores al 1-2 de Soriano fue el endeble de Anoeta, Villarreal o el Camp Nou. Y hace una semana rascó un punto ante la Real tirando de su manual histórico: corazón y cabezazos.

¿Servirá este híbrido? Tras la victoria de ayer, está más cerca. A Gracia habrá que reconocerle entonces que ha exprimido algo que ni se sabe todavía si es limón, naranja o pomelo.