Joseba Vivanco

Prueba de madurez

El Athletic lleva aupado en la cuarta plaza que da acceso a la Champions League desde el 1 de diciembre. Un mérito seguramente minusvalorado incluso dentro del propio entorno. De soñar con defender esa atalaya durante semanas, meses, se ha pasado a tocarlo ya casi con la yema de los dedos desde hace unas fechas. Partidos desde hace días a cara o cruz, jornadas que se suceden con la parsimonia del caer de la hoja caduca. Sosiego que intranquiliza, que amedrenta, que nos hace recordar aquello que tanto se repite a veces de nadar para morir ahogado en la orilla. Es como cuando uno comienza la época de exámenes y no ve el día el que dé carpetazo al último. Desde luego el Athletic no es que recordemos sea un equipo a cuya fiabilidad se jugaría uno los cuartos, y aquella diarrea rumana todavía escuece en el imaginario colectivo. Sin embargo, semana tras semana -o habrá que decir lunes tras lunes-, estos jugadores nos están demostrando que sí, que se puede confiar en ellos tanto como Javi Clemente en los Liceranzu, Urkiaga, Urtubi, Dani y demás leones. Una prueba de madurez que deseamos no sea un espejismo, que de verdad en estos jugadores, a pesar de su juventud, y en los que vengan por detrás, comience a inocularse el convencimiento de que sí, que se puede si uno se lo cree. Estos futbolistas hicieron una mili acelerada de madurez hace un par de temporadas, bajo los galones de un sargento de hierro que, lo más importante, les hizo creer que se podía. Incluso comprobaron, al año siguiente, que uno no puede dejar de creer ni de querer. Ahí está el Atlético de Simeone, cuyo compromiso, coraje y fe ciega nos recuerda al primer Athletic de Bielsa. Los colchoneros llevan varias temporadas haciendo suyo ese ADN imprimido por el Cholo, ese que a nuestros leones solo les duró un año, quizá por su inmadurez, pero en los que algo me dice aquel Loco sembró una semillita que vuelve a germinar.