Joseba VIVANCO
Mundial de Brasil 2014 | Sao Paulo

Basco-brasileiros

Los centros vascos en Brasil se aprestan a apoyar a los anfitriones, a falta de selección propia. «Todo será euforia cuando comience el Mundial».

«Ni Maite Alava naiz. Soziologoa. 25 urte ditut. Sao Paulokoa eta Sao Paulon bizi naiz. Euskara ikasten ari naiz!». De aita de Urduña y ama asturiana, ella es una de las 71 personas socias del Centro Eusko Alkartasuna de Sao Paulo, fundado nada menos que en 1959, y que de manera inevitable se apresta a vivir el Mundial brasileño, aunque, reconoce nuestra interlocutora, «estamos lejos del centro de la ciudad, y los vasco-brasileños no hemos preparado nada especial... Habría más sentido si hubiese un equipo de Euskal Herria para organizar una fiesta para hinchar».

En el basto país brasileño hay reconocidos tres centros vascos. En otro de ellos, de la Casa Basco-Brasileira, fundada en 2009, con casi un centenar de socios, y también radicada en la mayor ciudad de Sudamérica, Oskar García es su presidente. Donostiarra de nacimiento, médico de profesión, es miembro del Programa Euskara Munduan de profesores de euskera. «Aquí todos los extranjeros `torcemos'. Nos reuniremos en la euskal etxea para festejarlo, ¡con patxaran, pintxos, caipirinha y feijoada, al son del txistu, trikitixa, pandero, cavaquiño y zamba!».

Imposible abstraerse del sentir de un pueblo en el que el fútbol, como confirma García, «forma parte de la vida diaria de la mayor parte de los brasileños, son fanáticos y defienden sus colores con una pasión indescriptible en sus equipos, pero cuando se trata de la selección canarinha, todos la apoyan, festejan cada gol y cada triunfo, se olvidan de sus problemas diarios, que son muchos, y se entristecen mucho con alguna derrota». Maite Alava comparte cada palabra. «Los brasileños amamos el fútbol. Brasil siempre es favorito y con cada Mundial se vive una gran conmoción», sostiene.

Una cita futbolera de tal calibre que, sin embargo, se ha visto ensombrecida por las protestas sociales a lo ancho de todo el país. Quejas y malestar que estos dos vascos reconocen y comprenden, si bien coinciden en que «una vez que comience el Mundial la euforia será enorme, sobre todo si los resultados son buenos, pero es verdad que ha faltado el ambiente de otras veces, incluso hay sectores que prefieren que su selección pierda para que el pueblo despierte», apunta Oskar García. «A falta de una semana había cierto desánimo en las calles, por lo menos en Sao Paulo, pero a medida que se acercaba el día, se nota una ciudad más verde y amarilla, una explosión de alegría, con o sin manifestaciones», añade Alava.

El Mundial no es el culpable

Ambos coinciden también en que para un país como Brasil es todo un reto la organización de un evento así y con los JJOO en el horizonte. «Es un gran logro», responde uno; «el país del fútbol tiene que estar orgulloso de recibirlo», asiente la otra. Un reto al que llega justo de fuerzas con el programa de obras por acabar y en mitad de un descontento social. Ni Oskar ni Maite niegan los problemas. Graves problemas sociales. «Dicen que será el Mundial más caro de todos los tiempos, se construyeron estadios, muchos superfacturados, y la gente aquí necesita muchas mejoras, cree que se ha dejado de atender a las cuestiones más vitales. La gente lleva razón», defiende Oskar García.

«Hay manifestaciones todas las semanas. Hay problemas estructurales en salud, educación básica, transporte, mucha corrupción como en muchos países. Pero creo que el Mundial no es la causa de nuestros problemas. Las escuelas y la salud pública estarían mal en 2014 de la misma manera que si el Mundial fuera en España», profundiza Maite Alava. «La inflación está alta, hay una crisis de representatividad política, aunque no sea suficiente para impedir que Dilma Rousseff logre su segundo mandato en octubre. Esas cuestiones siempre han existido y ahora ganan evidencia porque el mundo nos está mirando», añade.

Un Mundial es el país del fútbol, pero sin entradas al alcance de la inmensa mayoría. «Incluso algunos políticos dijeron que no se necesitaba transporte público ya que el povâo -término peyorativo de las clases humildes- no asistiría y que los `gringos' irían en taxi». Los mismos que tendrán cerveza ``Budwaisser'' a pesar de la prohibición de la venta de alcohol.