Vaya de entrada que el título que se han sacado de la manga los distribuidores, una vez más carece de sentido alguno, puesto que la película hace referencia a los cuentos infantiles universales. En el original se busca la ironía, porque es sabido que esos cuentos acababan con el «fueron felices y comieron perdices». «Au bout du conte» se refiere justamente a lo irreal del final, que en la vida cotidiana no se suele dar.

El cine de Agnès Jaoui (actriz, coguionista y realizadora) y Jean-Pierre Bacri (actor y coguionista) se centra en la comedia coral, entendida siempre a modo de sátira social de los tipos de comportamiento que se observan en colectivos establecidos y aburguesados, sean intelectuales o no. En el fondo en «Au bout du conte» su foco sigue puesto en los mismos males de clase que diseccionaron con suma inteligencia en las anteriores «Para todos los gustos», «Como una imagen» y «Háblame de la lluvia», pero reinterpretados a través de un estilo ahora desencantadamente fabulador.

Jaoui y Bacri nos proponen un imaginativo juego ficcional, donde el público tiene un papel muy participativo, al ser invitado a colocar a cada personaje de la película su correspondiente en los cuentos tradicionales de nuestra infancia. Están los príncipes, las doncellas, las hadas, las madrastra, el lobo, las brujas y hasta las cabritillas. El variado surtido procede de «El Príncipe Azul», «La Cenicienta», «Caperucita Roja», «Blancanieves» o «La Bella Durmiente».

El hilo conductor de la narración es una representación teatral en un centro preescolar, dirigida por la maestra a la que da vida la propia Agnès Jaoui. Va vertebrando el resto de tramas paralelas, y de esa ingenua función se nutre la correspondiente imaginería aplicada a los adultos. No es que esto quiera decir que nunca dejamos de ser niños, sino que la vida es una permanente confrontación entre los sueños y la realidad. De ahí que se insiste mucho en la necesidad que tenemos las personas de creer en algo, en príncipes azules o en lo que sea.