TAV: 2024
Aestas alturas creo que ha quedado claro que los promotores del TAV están decididos a acabar su obra a toda costa y aunque caigan chuzos de punta. Y cuando hablo de promotores me refiero a PNV, UPN, PP, PSE y PSN, porque lo de las empresas es otro cantar y algún día sabremos todo lo que se ha movido bajo tierra o bajo mano.
Está claro, digo, porque solo en las últimas semanas han surgido motivos de sobra para al menos admitir una moratoria. Citando de memoria y sin tirar de hemeroteca, hemos conocido desviaciones presupuestarias de más del 25%; la apertura de diligencias contra empresas adjudicatarias por corruptelas; la muerte de trabajadores por actitudes negligentes que también han acabado en los tribunales; acusaciones contra la Inspección de Trabajo por no actuar con la diligencia debida; derrumbes que a punto han estado de causar tragedias y, como guinda del pastel, la construcción de un enorme y caro viaducto entre Zaratamo y Arrigorriaga que no va a ser utilizado jamás. Al menos servirá para que quienes pasamos habitualmente por debajo recordemos el disparate del que forma parte.
Todo esto de carrerilla y sin entrar en las razones de fondo que invitan a aparcar este proyecto, a saber: el enorme impacto medioambiental y económico que va a tener sin una contrapartida clara. Porque todo el mundo sabe que muy poca gente va a utilizar el TAV. El argumento de que va a unir «las capitales vascas» en media hora es una risión, porque, a ver, qué hijo de vecino de Basauri -por ejemplo- que quiera ir a Gasteiz va a bajar primero a Bilbo, luego va a esperar a que salga el tren, cuya frecuencia no va a ser la de Cercanías, y va a pagar un porrón de euros -no van a ser cinco euros, eso seguro- por el billete. Y sin conexión ni al norte ni al al sur ese va a ser el recorrido de la «Y vasca», por no hablar del bidegorri Iruñea-Castejón, incluso más escandaloso.
Y lo de transportar mercancías va a ser que no; si hay mercancías no hay alta velocidad.
El TAV puede ser un eficaz moso de transporte para cubrir amplias distancias y sin grandes complicaciones orográficas, pero en este país es una burrada. Sin embargo, en ello están, contra viento y marea y a doble turno. ¿Por qué? Pues por la cantidad de dinero que mueve y porque ya es cuestión de Estado. Y porque dentro de diez años, cuando todo lo dicho quede constatado y se descubra el fracaso, quienes ahora lo están construyendo estarán en algún consejo de administración riéndose de todos nosotros.

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