Visión cristiana de las experencias cercanas a la muerte
El actual auge del cine cristiano en los Estados Unidos va más allá de las grandes producciones bíblicas que tradicionalmente suelen funcionar en taquilla. Al éxito comercial de «Noé» se ha sumado el de «Hijo de Dios», que no es más que un refundido para la gran pantalla de la miniserie televisiva «La Biblia». Y Ridley Scott ya anuncia el estreno de «Exodus», una vez concluido el rodaje almeriense. Pero sorprende más la rentabilidad millonaria alcanzada por pequeñas producciones independientes como «Dios no está muerto» y «El cielo es real», dos títulos que habiendo costado apenas una decena de millones de dólares han superado la barrera de los cien de recaudación.
Y llama la atención especialmente porque esas películas contienen argumentos para los creyentes, mientras que parece difícil que hagan dudar o recapacitar a los no convencidos. El caso que presenta «El cielo es real» resulta además identificativo de la mentalidad conservadora del Medio Oeste. Los hechos descritos en el libro del pastor protestante Todd Burpo sucedieron en la pequeña localidad de Imperial, en Nebraska, uno de esos lugares en los que nunca pasa nada. Aún así el aparente localismo no debe engañarnos, cuando en el mundo globalizado todo tipo de experiencias resultan intercambiables, también las cercarnas a la muerte. El hijo pequeño del predicador que afirma haber estado en el cielo, durante la grave operación de peritonitis aguda que casi le cuesta la salud, identifica su visión de Jesucristo con la del dibujo de una niña lituana colgado en Internet, la cual también ofrece una versión similar de su visita al paraíso.
Sin entrar en el asunto de la fe religiosa, lo único que transmite verdad a la película es la interpretación de Greg Kinnear, que no actúa como hombre de iglesia, sino como un padre conmovido por la reveladora inocencia de su hijo. Se le siente cercano, y cumple en su papel de intermediario con el menor, puesto que el incipiente actor infantil no puede cargar en solitario con la responsabilidad de transmitir un mensaje mesiánico.
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