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El abrazo de Estela de Carlotto y su nieto Guido pone fin a 36 años de lucha

Conmocionados pero felices, Estela de Carlotto y su nieto recién recuperado se abrazaron hoy por primera vez en público, escenificando el fin de una lucha de 36 años contra los crímenes de la última dictadura (1976-1983), que ha emocionado a Argentina.

«Me parece maravilloso y mágico todo esto que está pasando», afirmó ayer Guido Montoya Carlotto, el nieto recién restituido de Estela de Carlotto, presidenta de la Abuelas de Plaza de Mayo, en su primera comparecencia pública junto a la mujer que lo buscó durante 36 años. «Soy Ignacio, o Guido», se presentó, el nieto recuperado número 114, y se declaró «conmocionado».

Criado con el nombre de Ignacio Hurban, es hijo de Laura, la hija de De Carlotto, secuestrada y ejecutada durante la última dictadura. Detenida embarazada en noviembre de 1977 dio a luz el 26 de junio de 1978. El cuerpo de Laura Carlotto fue hallado sin vida y entregado a su madre el mismo día de su ejecución, pero su hijo Guido no fue encontrado y ha sido buscado por su abuela desde entonces.

«Le agradezco a la vida y a Dios este regalo», explicó en una breve intervención De Carlotto, antes de presentar a su nieto.

Su nieto, de 36 años y músico de profesión, manifestó: «Hay ruidos que tienes en la cabeza y hay cosas que no se saben pero se saben», en alusión a las dudas que tenía sobre su origen.

Montoya, que de momento seguirá usando el nombre de Ignacio, animó a todos aquellos que dudan sobre su identidad a que se hagan las pruebas y deseó que la situación que está viviendo «sirva para potenciar» la búsqueda de los nietos desaparecidos.

«El sentido de que yo esté acá y no cómodamente en mi departamento tiene que ver con alguna manera de tratar de generar la conciencia», aseveró

«Es difícil imaginarse la magnitud de esto pero habiendo sido un ciudadano despierto, uno se da cuenta», explicó, al ser preguntado por la gran conmoción que había suscitado en Argentina la recuperación de su identidad.

Explicó que supo que era adoptado dos meses atrás y que acudió para hacerse los análisis de ADN hace 18 días, tras lo cual el proceso para conocer su verdadera identidad fue «rápido».

«El miedo es no poder dar nunca con quiénes habían sido mis padres. Pienso que el miedo que hay cuando uno ingresa en el camino de buscar su identidad tiene que ver con no encontrar», dijo.

Sin embargo, Guido, que creció en el municipio bonaerense de Olavarría en el seno de una familia dedicada al campo, aseguró que tuvo «una vida extraordinaria» con una pareja que le crió «en el mayor de los amores».