Fede de los Ríos
JO PUNTUA

Misóginos hasta la náusea

En España se produce una agresión sexual cada hora y media y una violación cada ocho horas. Las denunciadas, una de cada cuatro. Los llamados medios de comunicación apenas se hacen eco de la realidad que, de una manera especial, afecta a más de la mitad de la población que se supone forma parte de la ciudadanía y tiene los mismos derechos que la otra media parte.

El caso de Málaga donde una joven denuncia una violación múltiple y su posterior desmentido desatan en dos tiempos reacciones aparentemente diferentes pero con igual raíz sexista.

Tras la denuncia, las lumbreras que gobiernan nuestras vidas, con el Ministro de la porra a la cabeza, para impedir que las mujeres sean violadas, aconsejan «comprar un silbato para ahuyentar al violador» (sabido es el terror de los violadores a los sonidos agudos y repentinos, todos son ligirofóbicos; en la anochecida si se encuentra en casa sola debe «echar las cortinas para evitar miradas indiscretas» (que siempre será mejor que el burka, ¡vas a comparar!) y «encender varias luces para aparentar que hay más personas en el hogar» (también, digo yo, imitar diferentes voces ayudaría mucho, amén de poner, tras las cortinas, la silueta de un varón, por supuesto, de papel maché colocada en una mecedora en constante movimiento, como la madre de Norman Bates en Psicosis.

Sigue: «Si vive usted sola, no ponga su nombre de pila en el buzón, solo la inicial» («Sola» es una mujer no acompañada de varón, como ya sabréis. Así, un individuo de la especie humana dotado de pene, da igual si ínfimo o descomunal, puede dirigirse a un grupo de hembras y preguntarles ¿estáis solas? Si, a pesar de todo, siendo mujer insiste en salir «no pasee por descampados ni calles solitarias, sobre todo de noche, ni sola ni acompañada». Y el mejor de todos, «Ante un intento de violación, trate de huir y pedir socorro. Si no puede escapar, procure entablar conversación con el presunto violador con objeto de disuadirle».

Desmentida la violación de Málaga, la misoginia durante tanto tiempo cultivada por el nacionalcatolicismo se manifiesta sin ningún rubor: «Entras en un ascensor, hay una chica con ganas de buscarte las vueltas, se mete en el ascensor, se arranca el sujetador y sale dando gritos de que la han intentado agredir», ha dicho el alcalde de Valladolid, destacado dirigente del PP.