Eñaut Barandiaran
RUGIDOS ROJIBLANCOS

Un mal menor

El Athletic es el campeón del mundo en convertir derrotas dulces en simulacros de victoria. En eso no tenemos rival. Desconozco si es algo que corresponde a la historia reciente del club, o viene de más lejos, pero cuesta imaginar aficionados de estómago tan agradecido hace algunas décadas. En las postrimerías del partido que cerraba el triste tránsito por la Liga de Campeones se coreó, desde la grada de animación -grada que cumplió con creces, todo sea dicho de paso- «Athletic Uefara», como si el equipo hubiera cosechado un éxito digno de ser celebrado. No fue un cántico que recibiera excesivo eco entre el resto de la grada, pero prácticamente ninguno lo recibe, en un nuevo campo más bien frío, a veces incluso gélido, pero reflejo de una determinada mentalidad.

Una mentalidad que nos llevó, hace ya algunos años, en el partido que cerraba el bienio negro, a aplaudir a unos jugadores que salieron al campo con una pancarta de agradecimiento a la afición. Los silbidos, los pañuelos y las críticas se repartieron entre palco y banquillo, mientras ese simple gesto sirvió para que los jugadores salieran limpios de polvo y paja de una campaña lamentable.

Aquello sí que fue un milagro, y no la Inmaculada Concepción. Una cosa es reconocer las dificultades de la peculiar filosofía del club, aunque exista cierto empeño en remarcar sus limitaciones y no sus evidentes fortalezas, y otra carecer del más mínimo y saludable espíritu de autocrítica. La sobreprotección del jugador del Athletic, lejos de ayudar, solo sirve para formar jugadores poco autoexigentes y acomodaticios, famosillos de medio pelo con ínfulas de estrella del rock.

Dejando de lado aquellos lodos, y volviendo a estos barros, celebrar como un éxito la tercera plaza en un grupo con Shakhtar, Oporto y Bate Borisov, habiendo hecho el ridículo en varios partidos, además, suena cuanto menos exagerado.

Puede que al fin y a la postre el camino en la Europa League sea glorioso, y pasen por San Mamés Liverpool, Roma, etc, pero ello no es óbice para señalar que lo del otro día fue tan solo un mal menor. Una cosa es aceptar gato por liebre, y otra venderlo como si fuera caviar.