Un más que digno final para una exitosa trilogía cómica

T odo el equipo técnico y artístico de la última entrega de la franquicia «Noche en el museo» ha hecho un gran esfuerzo para cerrar esta trilogía cómica, dejando un buen sabor de boca en el público. Más allá del perfecto acabado del diseño artístico o de la funcionalidad de los efectos especiales, algo que resulta exigible en una producción de 127 millones de dólares, se nota el verdadero cariño con el que los creadores despiden a los personajes, especialmente a los interpretados por los ya desaparecidos Robin Williams y Mickey Rooney, actores a cuya memoria va dedicada la película.
Aún siendo «El secreto del faraón» una comedia coral, al igual que sus dos precedentes, deja espacio suficiente para el lucimiento del estelar Ben Stiller. Lo tenía difícil, porque su papel de guarda de seguridad nocturno ha de compartirlo con otros uniformados más, y aquí se encarga también de entrar a duras penas en el uniforme la tremenda humorista Rebel Wilson, llenando y robando planos con su enorme presencia. Tampoco supone un inconveniente para Stiller, que se desdobla como cavernícola, con autoparodia incluida a cuenta del parecido con su antepasado prehistórico.
Entre el resto de las nuevas y jugosas incorporaciones quien sorprende muy positivamente es Dan Stevens, que está magnífico en el rol de Lancelot, junto con Ben Kingsley como faraón. Los guionistas han sabido dar con situaciones divertidas y emocionantes que puedan mantener al grueso del grupo actoral en escena, gracias a que se les ha ocurrido cambiar de localización, viajando todos al Museo Británico. Una vez allí las aventuras se suceden, pasando de época en época a una velocidad asombrosa, sin que la acción decaiga en ningún instante. Parte de esa agilidad se debe a una hábil sucesión de gags visuales (los verbales se basan obligadamente en los anacronismos entre los diferentes periodos representados), perpetrados en su mayoría por el mono Dexter, cuyo trabajo físico se combina con una gestualidad y una expresividad facial de auténtico histrión.

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