Con el estreno tan reciente de «Whiplash», resulta inevitable establecer ciertas concomitancias entre esta película de ficción y el documental «Notas en movimiento», porque ambos títulos reflexionan, cada uno a su manera, sobre la controvertida disciplina artística. Oskar Tejedor, autor del magistral documental «Cuidadores», podía haber elegido otras perspectivas posibles para ilustrar el estreno de «La Cenicienta» en Versalles por el Malandain Ballet de Biarritz y la Orquesta Sinfónica de Euskadi, pero se ha decantado nuevamente por el factor humano, aquí observado de cerca durante el proceso de preparación y los duros ensayos.

El propio Thierry Malandain reconoce que la perfección no existe, pero el nivel de exigencia de su trabajo creativo se le acerca mucho. La presión a la que están sometidos tanto los bailarines como los músicos es máxima, debido a que han de conseguir en su espectáculo conjunto la conexión entre la coreografía y la ejecución de la partitura. De nuevo, al igual que en la mencionada «Whiplash», el tempo ha de ser medido en total sincronía, y nada debe fallar durante la función de gala.

Por lo que se aprecia del montaje de «La Cenicienta», su originalidad radica en la fusión entre el Ballet de Prokofiev y la ópera de Massenet. La danza y la composición musical son los protagonistas, pues la escenografía no puede ser más minimalista, con unos zapatos de tacón, unos maniquíes con ruedas, unas muletas y sin apenas atrezzo. Todos los ojos están puestos por lo tanto en los acompasados movimientos de unos hombres y mujeres que han tenido que dejarse la piel en el camino previo hasta llegar a la corte del Rey Sol.

Lo que ha quedado atrás es precisamente lo que se encarga de recuperar con toda justicia Oskar Tejedor, mostrando el sacrificio que ha costado lesiones o bajas, y también las dudas planteadas por decisiones personales como la maternidad. La cuestión siempre consiste en evaluar si todo ese esfuerzo o esas privaciones han merecido la pena.