Anjel Ordóñez
Periodista
JO PUNTUA

Teleología doméstica

Aunque el acervo común atribuye al filósofo sajón Friedrich Nietzsche la paternidad de la frase «Dios ha muerto», fue Hegel (también filósofo, alemán y Friedrich) quien la escribió por primera vez en su «Fenomenología del espíritu». Ambos concentraban en esta afirmación un pensamiento que cuestionaba un orden cósmico y, en el caso de Nietzsche, llevaba al nihilismo como fuente de reevalución de los valores humanos. La máxima dibujó una sólida divisoria, a partir de la cual se conformó el pensamiento del siglo XX.

Pues bien, pasados doscientos años, lo único que está claro es que tanto Hegel como Nietzsche están muertos. Pero ¿y Dios? Michio Kaku es un físico teórico estadounidense de origen nipón, especialista muy destacado de la teoría de cuerdas y catedrático de Física Teórica en la Universidad de Nueva York. Kaku ha desarrollado una teoría científica que confirma la existencia de Dios como fuerza que lo gobierna todo y esto es lo que ha dicho: «Analizando el comportamiento de la materia a escala subatómica, afectado por el semiradio primitivo de taquiones, un diminuto punto en el espacio, totalmente libre de cualquier influencia del universo, la materia, la fuerza o la ley se percibe de una forma inédita el caos absoluto. Está claro que estamos en un plano regido por reglas creadas y no determinadas por azares universales». Ahí resucita Kaku al Dios muerto de Nietzsche y Hegel. ¿Clama un nuevo profeta?

Pero, para ponerlo todo sobre la mesa, Kaku también dice otras cosas, como que en un futuro no lejano, los inodoros estarán diseñados para detectar con diez años de antelación si hay células cancerígenas en el organismo de las personas. Y que, antes de que acabe el siglo, nuestros hijos conocerán la teletransportación, la invisibilidad y el motor antimateria que llevará una nave espacial a Júpiter en cuatro meses. No sé.

Lo que sí creo es que, si Dios existe y envió a su hijo a salvar a la humanidad hace más de 2.000 años, se habrá dado cuenta de que dejó el trabajo a medias. En realidad, si es mínimamente autocrítico, concluirá que lo suyo fue una auténtica chapuza. Llámenme radical, pero tal y como está el mundo, si Jesucristo vuelve a pisar por aquí confesando que es el hijo de quien todo lo gobierna, la crucifixión iba a parecernos poco. Muy poco.