No sé si calificar a «Brasserie Romantic» de comedia antiromántica, pero sí que muestra la realidad de las relaciones de pareja reconociendo que el amor es tan imperfecto como los son las personas. Por lo tanto nada tiene que ver con los melodramas rosas que Hollywood nos vende cada 14 de febrero, y el debutante flamenco Joël Vanhoebrouck opta por el tono irónico, más agrio que dulce, para retratar a los y las comensales de una cena del Día de San Valentín.

El menú que ha elaborado el chef Angelo no puede ser más apropiado para tan señalada ocasión, con su oportuno toque afrodisiaco. De aperetivo champán con grappa alla rosa. Como entrantes ostras con espinacas y jamón con vieira. De plato principal «pichones» y de postre «frambuesas». Lo digo resumido, porque nunca retengo los interminables nombres de las preparaciones de la nouvelle cuisine. Y aunque el restaurante del título parece situado en Gante, la influencia de la parte francófona se deja sentir mucho en la mesa. Pero el servicio no irá según lo previsto, y surgirán complicaciones tanto en la cocina como en el comedor. A una clienta traicionada por su marido se le atraganta un bombón envenenado, después de jugar a la ruleta rusa con una caja en la que solamente uno había sido previamente inyectado con el relleno letal.

Y a otro cliente se le queda pegado un trozo de espinaca entre los dientes, y lo visible de la mancha verde hace que su conversación se vuelva insoportablemente desagradable para su esposa, que acaba pidiendo el divorcio. No menos lo es otro que, delante de su acompañante más joven que él, se quiere hacer el entendido en vinos, y para darle un escarmiento chef Angelo le presenta en otra botella más lujosa el mismo caldo que ha devuelto por considerarlo «acorchado».

Como buena comedia coral «Brasserie romantic» se beneficia de unas estupendas interpretaciones, destacando las dobles caracterizaciones surrealistas de Tine Embrechts y Mathijs Scheepers, con unas sorprendentes transformaciones que van de un extremo a otro.