Mikel INSAUSTI
Zinema kritikaria
CRíTICA: «Five Days to Dance»

El ballet como proyecto pedagógico a desarrollar

Este modesto pero entusiasta documental ha sido hecho mediante el sistema de crowdfunding o micromecenazgo, a fin de dar a conocer una experiencia pedagógica de la que los centros escolares y los educadores en general deberían tomar buena nota. No se trata de un proyecto acabado o cerrado, sino de un modelo en fase de prueba que necesita crecer y desarrollarse. La primera piedra ya está puesta, y sus resultados iniciales quedan a la vista, así que será cuestión de que el ballet se vaya implantando dentro de la docencia.

La pareja de coreógrafos formada por la donostiarra Amaya Lubeigt y el holandés Wilfried Van Poppel vienen poniendo en práctica su propuesta en Alemania, y ahora la traen desde Bremen a Donostia, concretamente al colegio Larramendi. La película muestra todo el proceso paso a paso, incluida la fase preliminar en la que el profesorado discute y analiza la conveniencia o no de suspender las clases durante una semana lectiva, con lo que supondría de retraso para el programa del curso. Al final se acaba imponiendo la idea de confiar en que los beneficios que pueda aportar esa actividad extraescolar sean mayores que sus teóricos inconvenientes. Y yo, como espectador, me quedo pensando en que si tan estimulante ha de ser la prueba en cuestión, por qué no se presentan los estudiantes de forma voluntaria en su periodo vacacional sin perder horas de estudio.

Eso sería seguramente pedir demasiado, porque «Five Days to Dance» trabaja sobre la realidad de la falta de motivación escolar, que según indican las estadísticas es cada vez mayor y más preocupante. El baile motiva a los chicos y chicas, en cuanto que les libera de su rigidez física y mental, a la vez que les enseña a expresarse venciendo la timidez y las dificultades para relacionarse dentro del grupo. Es éste el aspecto en el que más se incide, a través del seguimiento a una selección de entrevistados de entre los ochenta espontáneos de entre 14 y 16 años. Ellos y ellas hablan de sus miedos, de la necesidad que sienten de integrarse, y de cómo la danza o la expresión corporal les ayuda en dicho afán.