Mikel INSAUSTI
Zinema kritikaria
CRíTICA: «El francotirador»

La trinidad del héroe yanqui: Dios, patria y familia (1)

Habría que ser un genio del cine propagandístico como lo fue Griffith en la época muda o Leni Riefenstahl durante el nazismo, para convencer al espectador de que el héroe es el soldado estadounidense que apunta con su rifle de mira telescópica a niños y mujeres iraquíes indefensos. El viejo Clint Eastwood lo intenta sin conseguirlo, por más que se esfuerza en que empaticemos con el invasor y el genocida, que además tiene nombre y se llama Chris Kyle. Pero sobre todo tiene familia, y cuando va a disparar a civiles en territorio ocupado se acuerda de la suya.

Las más de dos horas y media de película se hacen interminables, porque a Clint Eastwood no se le ocurre otra fórmula narrativa que la consistente en un montaje en paralelo que une el frente y la retaguardia, la acción bélica con la vida hogareña. Todo lo sacrifica para humanizar a su protagonista y dejar bien sentado que es un hombre que lee la Biblia, ama a la bandera de las barras y estrellas y cuida de los suyos. Evidentemente, nada de eso justifica la necesidad de matar a teóricos enemigos, ni de creer a pies juntillas en la beligerante política exterior de su gobierno.

No hay perdón para un cineasta que no ha sabido retirarse a tiempo, y que se dedica a prolongar el caduco sistema de los grandes estudios de Hollywood, convertido ya en el patriarca de la Warner. Hasta sigue empeñado en preservar los ya desfasadísimos trucos de maquillaje, a pesar de que tan malas pasadas le han jugado en sus previos «J. Edgar» y «Jersey Boys». Esta vez el motivo de la discordia ha sido el bebé de silicona que sustituye al de carne y hueso, y que ha sido objeto de multitud de bromas en internet.

«American Sniper» utiliza la mítica del western para hacer de Irak un territorio comanche con los nativos vencidos por los cow-boys o colonizadores, según una dinámica que no convence dentro de las escenas de acción en tiempos de los noticiarios de guerra que todo el mundo ha visto en sus casas. Solo funciona en medio de la tormenta de arena que desdibuja las figuras y las vuelve irreconocibles.