Gorka CASTILLO
MADRID
Entrevue
JOSÉ ANTONIO PÉREZ TAPIAS
EXMIEMBRO DEL COMITÉ FEDERAL DEL PSOE

«El PSOE vive en un bucle que le inhabilita para liderar un cambio»

Miembro del Comité Federal del PSOE durante cuatro años, hasta que en enero se dio de baja del partido, José Antonio Pérez Tapias (Sevilla, 1955) llegó a disputar a Pedro Sánchez su liderazgo en las primarias celebradas en 2014. Pero su marcado perfil de izquierda y republicano fue una losa demasiado pesada frente a un aparato inclinado desde hace tiempo hacia posiciones centristas y neoliberales.

José Antonio Pérez Tapias es actualmente decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada y autor de una veintena de ensayos sobre la crisis que sacude a la socialdemocracia europea y al Estado español. Favorable a la celebración de un referéndum en Catalunya, habla de las dificultades que observa en el amplio y fracturado abanico que compone la izquierda para organizarse como alternativa al Gobierno de esa derecha coral que conforma el PP y Ciudadanos. «Y el auge de Rivera puede volver más dramática la situación», sentencia.

¿Es España de derechas?

Socialmente no creo que sea muy de derechas. Sin embargo, hay un nacionalismo españolista con demasiada fuerza y eso es lo que le da un perfil de derechas, porque ese nacionalismo es conservador. Cuando la cuestión de las naciones se pone en primer plano, como sucede ahora, provoca que todo lo demás quede postergado. En este sentido, la izquierda no está sabiendo contrarrestar una respuesta válida al debate, tal y cómo lo plantean el PP y Ciudadanos. Por ejemplo, el partido de Albert Rivera está capitalizando el artículo 155 con un discurso nacional españolista absolutamente evasivo con el problema de fondo planteado en Catalunya. No se evalúa lo que está en juego y se defienden unas medidas que, en el largo recorrido, no darán resultado.

¿Qué opina de la posición del PNV en la negociación de los presupuestos del Estado?

Me parece una maniobra muy oportunista. Después de afirmar de manera muy enfática que no iba a facilitar la aprobación de los PGE mientras siguiera vigente el 155 al final ha dado vía libre con un argumento sobre las pensiones que ni siquiera entra en la cuestión de fondo. Todos sabemos que lo que está en juego es el sistema público, no una medida coyuntural como la que se ha acordado. Por lo tanto, la maniobra ha sido doble. Por un lado, cambia una posición que hubiera permitido entrar de lleno en la crisis de estado; y, por otra parte, ayuda a camuflar la batalla que se ha abierto por este asunto en todo el país.

Aitor Esteban apeló a la responsabilidad del PNV. ¿Le resulta un argumento convincente?

Siento mucho disentir con Aitor Esteban, una de las voces que considero más lúcidas del Congreso, pero es una justificación para mantener al Gobierno del PP, que vive un proceso de deslegitimación total por los innumerables casos de corrupción en los que está envuelto y el penoso recorrido por los tribunales de muchas de sus figuras destacadas. Ahí está el caso de Cristina Cifuentes, que ha tratado de tapar el escándalo del máster atacando y desprestigiando al mundo universitario. Es una pena que el espectro político español no logre cambiar esta situación y que el PP continúe en el poder. El ejemplo que debería cundir es el que ha dado el filósofo Emilio Lledó negándose a recibir la medalla de la Comunidad de Madrid.

¿Y cuál es la situación del PSOE? ¿En qué quedó aquella denuncia de Pedro Sánchez admitiendo presiones para no pactar con Podemos?

Pues no sé cómo se verá hoy a sí mismo cuando aquella confesión vuelva una y otra vez a su memoria. Me imagino que no será una experiencia agradable. Es cierto que el escenario no es fácil ni para Sánchez ni para el PSOE, incapaz de apurar al máximo la posibilidad de tejer alianzas con las fuerzas de izquierda, ampliando el campo de las coincidencias para hacer frente a las consecuencias de la crisis económica y de Estado. La cuestión de la reforma constitucional y todo eso ha quedado muy tocada a raíz de cómo se planteó y cómo se aplicó el 155 en Catalunya. Prueba de ello es que en el discurso oficial del PSOE, el federalismo ya ha desaparecido de escena. Lo mismo que la plurinacionalidad. No veo un futuro estimulante en este sentido porque no hay un impulso decidido a un proyecto alternativo. Una organización con las dimensiones del PSOE debería tener como referencia la opinión de la calle para valorar cómo y hacia dónde transitar. En el caso concreto de Catalunya vive en un bucle que le hace apoyarse una y otra vez en el PP bajo unas supuestas razones de Estado que le inhabilita, por ejemplo, para liderar un cambio o ejercer un papel de mediación.

Parece que la política ha abdicado en favor de los tribunales. ¿Qué peligros encierra?

A más judicialización, menos espacio político. Es decir, cuando la Justicia se mete a resolver cuestiones políticas, el conflicto queda atrapado en el corsé de los códigos penales o administrativos donde no cabe la negociación. Por lo tanto hay que sacar estos asuntos de donde se encuentran para buscar cauces de solución. Es una irresponsabilidad grave del PP situar a Catalunya en ese terreno. No puede decirse que nos ha pillado por sorpresa porque incluso desde el independentismo se estuvo llamando a la puerta del diálogo con la organización del referéndum y ni siquiera se debatió la cuestión.

¿Por qué hay tanta aversión en España al derecho a decidir?

Hay muchos factores. No sólo está la cuestión de Catalunya, sino otros asuntos en la configuración del Estado que ni por asomo se quieren someter a referéndum. A diferencia del Reino Unido, que no es ningún paraíso sobre la Tierra pero que fue capaz de acordar un plebiscito en Escocia, el Estado español no tiene una tradición democrática sólida. La Constitu- ción de 1978 evidencia ciertos topes que hay que afrontar, pero para hacerlo hace falta encarar una reforma a fondo, con agilidad y voluntad política. Porque es necesario abrir espacio a lo posible y no tener miedo al debate político. En ningún sitio está escrito que el Estado español deba perdurar indefinidamente.

Y con Ciudadanos en el próximo Gobierno, ¿cree que será posible hacerlo?

No, por eso digo que la situación actual es especialmente dramática. De alguna manera, ‘la competencia virtuosa de las derechas’ refuerza las posiciones de este partido. Y Rivera, con la manera que tiene de entender el estado español y la actitud que ha mostrado en Catalunya, no va dar pasos en la dirección deseable. Esto hace más urgente un acuerdo por la izquierda.

¿Qué le parece la declaración final de ETA?

Implica avances que nunca antes habían hecho. La formulación de pedir perdón a las víctimas no se había producido y era un paso que debían dar. También es cierto que se ha realizado con fórmulas un tanto rebuscadas, con un tratamiento distinto entre unas víctimas y otras. Pero la declaración, unido al anuncio de disolución, debe verse dentro de un desarrollo amplio. Un proceso de reconciliación, de cómo se opera con ese lenguaje del perdón, que no es fácil políticamente, implica determinar por dónde se avanza en la reconstrucción de la convivencia social no sólo de Euskadi. En ese sentido, la valoro positivamente. Ahora, deberíamos contribuir colectivamente a tirar de esta declara- ción, en vez de frenarla apelando a los déficits que tiene. Es decir, hay que comprometer a ETA a que siga contribuyendo a resolver las cuestiones que quedan en el aire y que son muy sensibles por todo lo que toca a la memoria de las víctimas. Estamos en un momento de elaboración del relato donde la complicación radica en quién lo construye y en qué términos. Y, en mi opinión, es importante empezar profundizando en los puntos de encuentro, dejando las desavenencias para más adelante al fin de dar oportunidad al pacto.

¿Cree posible que el Gobierno modifique su política penitenciaria?

Lo veo como un punto necesario. El alejamiento de los presos no se justifica ni tiene razón de ser. Sin duda, contribuiría a canalizar las cuestiones pendientes del conflicto de manera más positiva para facilitar la convivencia. Debería observar cómo se han acometido otras experiencias similares, como la del IRA en Reino Unido e incluso la complejidad intrínseca que está acompañando a la desmovilización e integración política de las FARC en Colombia. Son procesos diferentes pero que nos aportan un marco de referencia: el que todas las partes deben hacer un esfuerzo añadido para lograr la paz que se anhela y la convivencia democrática a la que se aspira.

Rafael Vera no muestra arrepentimiento sobre la guerra sucia.

Es indudable que las víctimas no pueden valorarse por su adscripción política sino por el hecho simple y trágico de que les fue arrebatada la vida. En la reciente reaparición pública de Vera se puede percibir una cierta justificación no sólo de determinadas cuestiones del pasado como el GAL sino de otras que aún están por dilucidar. Por ejemplo, la política penitenciaria. También me ha sorprendido observar en los últimos días cómo cierta prensa está rescatando los atentados brutales de ETA. ¿Qué sentido tiene hacerlo a día de hoy? ¿Cuál es su contribución a lo que tiene de positivo la disolución de ETA? Quizá decantar a la opinión pública mediante el recuerdo de determinados hechos.

¿Por qué a este país le cuesta tanto reparar sus heridas? Ocurre lo mismo con la memoria histórica.

Tampoco se puede perder de vista que en los países con conflictos armados recientes también les está costando mucho avanzar en la reconciliación. Mira Colombia. No es una tarea fácil pero al menos se intenta construir un clima social donde se dialogue con una perspectiva más abierta y flexible. Aquí estamos viendo que es muy difícil. La batalla del relato es muy dura porque no tenemos una memoria compartida. En el caso de ETA queda elaborar su trayectoria y el papel que ha desempeñado el Estado. Hace falta construirlo adecuadamente sin ser arrastrados por lo que ahora se llama posverdad. Es decir, relatos donde junto a la narración de los hechos y los testimonios de las víctimas haya una fehaciente argumentación histórica y jurídico-política del conflicto.