Iker Bizkarguenaga
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad

El riesgo de «greenwashing» y el precedente de las burbujas

La posibilidad de que el auge, alimentado con fondos públicos, del hidrógeno verde provoque una nueva burbuja económica, y el riesgo de que sea utilizado para lavar la imagen de algunas empresas aparecen en la cara B de un camino que apenas empezamos a recorrer.

Greenwashing, una capa de pintura verde.
Greenwashing, una capa de pintura verde.

Al margen de las limitaciones tecnológicas y del contratiempo que supone la baja eficiencia y el alto coste de producción, la decisión de centrar en el hidrógeno verde la estrategia de descarbonización de la energía tiene riesgos comunes a cualquier proyecto que contempla el manejo masivo de fondos públicos –se estima que la UE podría movilizar 400.000 millones de euros hasta 2030– por entidades en gran medida privadas.

En este caso concreto, organismos como Ecologistas en Acción han advertido sobre los movimientos especulativos que pueden producirse en este sector, que entroncarían con la trayectoria histórica del Estado español, proclive a inflar burbujas económicas que acaban estallando. Al respecto, recuerdan la «burbuja gasista» de principios de este siglo, en las que se apostó por centrales de ciclo combinado de gas y terminales de regasificación, siendo las renovables las que al final acabaron abonando la factura en forma de moratorias y paralización de ayudas.

En un artículo publicado recientemente en elsaltodiario.com, desde el Área de Energía de ese organismo ecologista se destaca que no solo es necesaria una sustitución tecnológica, sino que hay que delimitar dónde y qué usos son viables en esta transición ecológica, y siempre en un marco de reducción de los consumos energéticos netos.

Y es que, a su juicio, la falta de definición provoca que sean los agentes económicos y las grandes empresas del sector quienes determinen dónde y para qué se instala una u otra energía, sin que se plantee si los proyectos que abanderan son ecológica y económicamente viables, o si suponen competencia con otros procesos de descarbonización. Asimismo, creen necesario insistir en que no sea la ciudadanía la que financie las inversiones del oligopolio energético, y reclaman una mayor descentralización de las tecnologías renovables, así como el control ciudadano en la dirección del proceso.

Dudas acerca del corredor vasco

Los precedentes más inmediatos obligan a estar alerta ante la gestión que se haga del despliegue de esta energía, y la experiencia nos alerta de otro peligro estrechamente ligado a todo lo que tiene que ver con la respuesta a la crisis climática: el greenwashing.

Esta práctica, consistente en publicitar de manera engañosa la actividad de una empresa, institución u organismo, para asentar la percepción de que es respetuosa con el medio ambiente, ha ido creciendo en paralelo al aumento de la conciencia ecológica entre la ciudadanía y la preocupación por la crisis del clima. En este sentido, algunos expertos avisan de que con la mirada puesta en la transición energética, el hidrógeno verde puede dar lugar a algunas trampas, ya que al poder mezclarse en pequeñas cantidades con gas natural, podría ser utilizado por las empresas del sector para mantener o alargar la vida de este último, y promoverlo como una modalidad más sostenible. Si se lleva a cabo de forma transitoria y en un periodo breve, hasta eliminar por completo las emisiones de CO2, puede tener sentido, pero utilizar esta práctica para hacer digerible una actividad contaminante no es aceptable.

La tentación de incurrir en ella puede ser mayor en empresas que se dedican al tratamiento de gas –y petróleo–, pues tienen la materia prima y la infraestructura necesaria para ello, de modo que se antoja necesario por parte de la administración hacer un seguimiento de posibles casos de publicidad engañosa y fijar claramente los límites temporales en los que se acepte mezclar gas e hidrógeno, pues el objetivo último es eliminar por completo las emisiones de CO2.

Y, precisamente, una empresa potente que se dedica al refinado y comercialización de hidrocarburos y que mantiene una relación azarosa con el medio ambiente –esta misma semana se ha conocido que la Fiscalía investigará un vertido «negruzco» y «con olor a combustible» en el río Barbadun de Muskiz– es la firma que ha cogido la delantera en este ámbito en nuestro país. Petronor se dispone a liderar el Corredor Vasco del Hidrógeno (BH2C), que supondrá una inversión de 1.300 millones de euros en los próximos cinco años. Un proyecto cuya presentación, el lunes, estuvo encabezada por el presidente de la refinería, Emiliano López Atxurra, secundado por la consejera de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente de Lakua, Arantxa Tapia.

Entre los planes de Petronor vinculados a este proyecto ha llamado la atención, en concreto, el anuncio de que va a producir «combustibles sintéticos con cero emisiones netas de CO2» utilizando como materia prima H2 de origen renovable –hidrógeno verde– y CO2 capturado en la propia refinería. La duda, que ya han puesto de relieve algunos expertos, estriba en cómo se puede afirmar que va a ser neutro en emisiones si para elaborarlo se va a utilizar un CO2 capturado en la refinería y cuyo origen la empresa no aclara. Si el origen es fósil, como cabe pensar al hablar de una refinería, el carácter neutro del combustible producido podría quedar en entredicho, ya que ese dióxido de carbono, producido y capturado en la refinería, acabaría igualmente lanzado a la atmósfera. ¿Quién lo apuntaría en su balance?

Los expertos consultados señalan que Petronor podría apuntar ese CO2 como emisiones de la propia refinería, aunque en sentido estricto, en esas instalaciones no se producirá dicha emisión, ya que el gas será capturado para producir el combustible. De ser así, con esta pequeña trampa Petronor podría defender que el combustible producido es neutro. La empresa no ha detallado este extremo, lo que puede generar cierta inquietud, teniendo en cuenta que este es uno de los proyectos señeros del Corredor del Hidrógeno. A falta de mayor concreción, es vital evitar que nadie logre colar un gato fósil como liebre libre de emisiones.

Un problema que apenas se menciona: el agua. Hace falta en grandes cantidades

Cuando se habla de las bondades medioambientales del hidrógeno verde se pasa de puntillas por un factor crucial en el proceso: la cantidad de agua que se requiere. La electrólisis lo que hace es descomponer el líquido en sus elementos constitutivos, hidrógeno y oxígeno, utilizando electricidad, y no es poco el agua que hace falta para ello.

Según publica la web chilena «mundomaritimo.cl», citando fuentes de la industria energética, la producción de una tonelada de hidrógeno a través de la electrólisis necesita un promedio de nueve toneladas de agua, y para obtenerlas no es suficiente con desviar un río cercano, ya que el líquido que el electrolizador descompone en oxígeno e hidrógeno necesita ser purificado.

En este sentido, el proceso de purificación es bastante derrochador. Según la misma fuente, los sistemas de tratamiento de agua suelen requerir unas dos toneladas de agua impura para producir una tonelada de agua purificada. Por tanto, una tonelada de hidrógeno no necesita nueve, sino 18 toneladas de agua. Y considerando las pérdidas en el proceso, la proporción estaría más cercana a las 20 toneladas por cada tonelada de hidrógeno. Mucho.

Demasiado quizá para países donde no andan sobrados de agua potable, y en un contexto en el que cada vez hay más disputas por el líquido elemento.

Pero, además de la cantidad necesaria de un bien escaso, está el problema del precio. La forma más barata –y lenta– de purificar el agua es destilándola, pues sólo se necesita electricidad. Destilar un litro de agua requiere 2,58 megajoules de energía, lo que se traduce en 0,717 kWh de media. En Alemania, el país que se toma como ejemplo en el artículo, el precio de la electricidad para los usuarios no domésticos fue de un promedio de 0,1577 euros/kWh en 2019. A una tasa de consumo de energía de 0,717 kWh, la destilación de un litro de agua costaría 0,1162 euros. Una tonelada, 112 euros.

Si la electrólisis necesita hasta 18 toneladas, sin contar las pérdidas durante el proceso, para producir una tonelada de hidrógeno, el coste de la purificación del agua para producir una tonelada de hidrógeno sería de 2.016 euros. Esto, partiendo de la hipótesis de que el agua se purificaría utilizando el método más barato disponible. Hay otros métodos, mucho más rápidos, pero también más costosos.

Además, el coste de purificación no es el único gasto relacionado con el agua en la fabricación de hidrógeno verde, ya que el líquido que se introduce en un electrolizador debe ser transportado a él, y eso exige una labor logística que puede encarecer bastante el proceso.

Estos costes, que son ineludibles, deberían añadirse al precio total cuando se estime cuánto ha avanzado la tecnología de producción de hidrógeno verde y analizar su viabilidad.