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El gaélico muestra el camino y las complicaciones de ser oficial en la UE

El proceso de oficialización del gaélico irlandés en las instituciones europeas puede servir de referencia, salvando distancias, al euskara, catalán y gallego. Desde que se planteó la solicitud hasta que fue reconocido transcurrieron 17 años. La principal dificultad aquí fue la falta de traductores.

Representación de Conaire Mór, un mítico rey, en Galway.
Representación de Conaire Mór, un mítico rey, en Galway. (Niall CARSON | PA WIRE)

Dicen que las cosas de palacio van despacio. Y las de las instituciones europeas, más despacio todavía. El gaélico irlandés se ha presentado como modelo para el euskara, el catalán y el gallego en el camino de la oficialidad europea. Todas son lenguas minorizadas y su reconocimiento europeo se ha visto como un impulso en la vía hacia la normalización.

De momento, la decisión sobre el euskara, el catalán y el gallego se ha retrasado. En Europa las cosas van despacio. El proceso para oficializar el gaélico irlandés tardó la friolera de 17 años desde que el Gobierno de Dublín presentó su solicitud. Fue reconocida en junio de 2005 como lengua oficial y de trabajo, pero este estatus no entró en vigor hasta 2007.

Irlanda fue admitida como miembro de la entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE) en 1973, pero en las negociaciones de adhesión el Gobierno de Dublín solo incluyó el inglés como lengua oficial, dejando de lado el gaélico, que solo era lengua de tratados. Es decir, los tratados europeos se traducían al gaélico. Y punto. Décadas después, solicitó que se ampliara la oficialidad a esta lengua y se le aceptó tras un complejo proceso.

Uno de los principales obstáculos fue conseguir traductores de gaélico, una lengua con unos 200.000 hablantes. El objetivo era contratar 180 lingüistas. Se presentaron 210 solicitudes, pero solo fueran admitidos a las pruebas 43, debido a los estrictos requisitos que establecen las instituciones europeas.

El Gobierno de Dublín invirtió 13 millones de euros para aumentar el número de traductores e intérpretes que pudieran llevar el gaélico a Europa. Además, impulsó la creación de bases de datos terminológicos y el desarrollo de la traducción automática.

En 2017 todavía había vacantes en el Parlamento Europeo para el servicio de gaélico irlandés, pero en los últimos años se ha avanzado notablemente, hasta que en enero de 2022 la situación se normalizó oficialmente.

En el caso del euskara, el catalán y el gallego no existe este déficit de profesionales de la traducción y la interpretación.

En este contexto, Carles Puigdemont valoró positivamente que ningún Estado haya vetado el uso del catalán en la UE y que el proceso siga adelante y agradeció al ministro español José Manuel Albares su «esfuerzo e interés» en la cuestión.

«Pero esto no es suficiente y el Estado español lo sabe», añadió, antes de reclamar que «el camino para lograrlo debe ser irreversible sin tener que esperar mucho, porque ya hemos esperado bastante».


Semper levanta ampollas en el PP

Entre quienes usaron el euskara el martes en el Congreso está Borja Semper, irundarra elegido diputado en las listas del PP de Madrid. Leyó tres frases en euskara y, a continuación, las tradujo al castellano. Todo ello, después de que la portavoz de su grupo, Cuca Gamarra, reclamase que continuase el veto a las lenguas distintas al castellano. Según Semper, su objetivo era demostrar que con el actual reglamento ya se pueden usar estas lenguas sin necesidad de traducción, con la autotraducción.

El discurso de Semper provocó que los diputados de Vox, aliado del PP, se marcharan de nuevo del Hemiciclo, pero también levantó ampollas en el seno de su propio grupo. Con un PP metido de lleno en una ofensiva contra el uso de lenguas distintas al castellano, ya que supone un avance en las posibilidades de Pedro Sánchez de ser investido y un retroceso en las de Alberto Núñez Feijóo, sus compañeros no entendieron el planteamiento de Semper. Algunos manifestaron que no conocían que iba a utilizar el euskara. Otros, que lo usó mucho. Muchos, que iba en contra de la línea del partido.