
El segundo proyecto de Meg Ryan como directora tras Ithaca, de 2015, es un regreso a uno de los géneros en los que ha sido más prolífica y celebrada como actriz: el de la comedia romántica. Bill y Willa se reencuentran de forma inesperada en un aeropuerto regional mientras buscan un enchufe en el que cargar sus dispositivos móviles.
Las condiciones climatológicas impiden la salida de los vuelos, que se retrasan mientras una nevada azota la ciudad. La historia de amor que vivieron en su juventud no terminó bien y la perspectiva de un par de décadas de vivencias personales les da a ambos un nuevo punto de vista desde el que mirar sus logros y fracasos.
A pesar de su tira y afloja, terminarán confesándose sus sentimientos y comparando los sueños que tenían con la vida con la que han tenido que lidiar.
Atrapados por la nieve durante toda una intensa noche, sentirán de nuevo esa peculiar conexión del pasado y llegarán a plantearse si, quizás, la magia podría volver a funcionar entre ellos. ¿Tomarán sus respectivos vuelos o cambiarán el rumbo de sus vidas? ¿Terminarán sus viajes siendo un traslado más o una travesía?

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