«La Flotilla ha servido de chispa, pero hay que seguir movilizándose»
Mikel Zuluaga ha regresado a Euskal Herria después de participar en la Flotilla Global Sumud, interceptada por Israel cuando se dirigía a Gaza. Tras pasar varios días en prisión, ofrece una primera valoración de una acción que ha contribuido a reactivar la movilización en solidaridad con Palestina.

Mikel Zuluaga, que ha formado parte de varias flotillas hacia Gaza, habla con relativa tranquilidad tras unos intensos días. En ocasiones anteriores fue entrevistado con la impotencia de no haber podido zarpar o después de un sabotaje en alta mar; en esta ocasión, lo hace tras una travesía interrumpida por ataques con drones, detenciones y agresiones. Pese a su insistencia en centrar la atención en Palestina, su testimonio revela la dimensión humana de una acción que ha logrado precisamente eso: poner en primer plano el bloqueo y la impunidad israelí.
Antes de nada, ¿cómo se encuentra, tanto física como anímicamente?
Estamos fuertes, y se te quita el cansancio al ver todas las movilizaciones propalestinas que se han activado. Emociona ver que todavía existe resistencia e internacionalismo por una Palestina libre.
Hace más un año, NAIZ lo entrevistó en Estambul antes de una flotilla que no llegó a zarpar. En otra ocasión, tras un sabotaje frente a Malta, la conversación fue telefónica. En ambas, afirmó que llegarían a Gaza. Esta vez estuvieron muy cerca. ¿Cómo valora todo lo ocurrido?
Llevamos años intentando romper el bloqueo a Gaza a través de las flotillas. En anteriores ocasiones, sabotajes, problemas técnicos o diplomáticos nos impidieron zarpar. La penúltima vez, a bordo de la embarcación “Conscience”, dos drones lanzaron explosivos que abrieron un boquete en la proa y nos obligaron a detener la travesía.
Esta vez estuvimos cerca, por lo menos hemos llegado a ver el litoral de Gaza. Y la pregunta para nosotras es: ¿también pertenece a Israel el mar de Palestina? ¿Todo es Israel? ¿No existe Palestina? ¿Nunca existió? ¿Realmente alguien se lo cree? ¿O es una estrategia para exterminar a un pueblo, desposeer de las tierras a sus gentes y colonizar el área?
Por otra parte, es emocionante pensar que la Flotilla, con decenas de elementos populares más –la respuesta a la Vuelta entre otras–, ha podido servir de chispa para las movilizaciones contra el genocidio. Pero hay que decir que estas serían imposibles sin los movimiento propalestinos que han trabajado durante años sobre el terreno, como BDZ, Yala, Palestinarekin elkartasuna, Gernika-Palestina...

Insisten en que el énfasis debe centrarse en la situación de Palestina; sin embargo, como dice, la Flotilla ha servido para denunciar las prácticas sionistas. ¿Qué riesgos han percibido durante la travesía?
La Flotilla es una anécdota dentro de la lucha propalestina. Ha servido como chispa en un momento determinado, pero el foco tiene que estar en denunciar el genocidio y dar cobertura a la resistencia del pueblo palestino por su autodeterminación. Con todo, los israelitas han intentado por todos los medios que la Flotilla no llegara a Palestina. Han empleado desde la presión diplomática hasta la militar. En Túnez, nos lanzaron dos bombas incendiarias y en la travesía hemos tenido que soportar el continuo seguimiento de drones que, durante una noche, descargaron sus bombas de ácidos y explosivos sobre nuestros barcos. Afortunadamente, no detuvo nuestro rumbo a Gaza.
En su caso, ¿hubo violencia física, amenazas o vulneración de garantías? ¿Cómo describiría las condiciones en las que estuvieron retenidos?
Recibimos un trato constante de maltrato, y no podíamos dejar de pensar: si así nos trataban a nosotras, ¿cómo será para los y las palestinas que llevan años encarceladas en esos módulos? Cuando las tropas israelíes interceptaron nuestro barco, los soldados gritaban: «Who is Miguel?» A ese Miguel, que era yo, le llevaron a proa. Boca abajo, se pusieron tres o cuatro soldados encima y me dieron una paliza de estrujones que la tengo todavía bullendo por la cabeza. Todo esto con continuos ademanes de disparar y con la luz del láser apuntando a la cabeza o al corazón. Cuando por cansancio caes dormido y despiertas, el láser sigue ahí, apuntándote.
¿Y en prisión?
Hay una estampa representativa que recordaba a las imágenes de las cárceles de Bukele, en El Salvador. Por la noche, en un patio y rodeados de matones, nos encontrábamos 480 personas sentadas en el suelo durante horas y horas, con las manos atadas a la espalda. Todavía tenemos las muñecas ensangrentadas de las bridas. Recuerdo la visita de un ministro israelí, enloquecido, vociferándote: “¡Terroristas!”.
«Todavía tenemos las muñecas ensangrentadas de las bridas. Recuerdo la visita de un ministro israelí, enloquecido, vociferándote: ‘¡Terroristas!’»
Han sido unos días duros.
Sí. Hemos sufrido vulneraciones graves. Pero, como he dicho anteriormente, tu resistencia es pensar que, si a las europeas nos tratan así, ¿qué será de los y las palestinas que llevan años encarcelados? Tu interior te dice: no te quejes tanto, europeíto blanco, y respóndeles, resiste, transforma su arrogancia en ‘Free, Free Palestine’.
¿Recibieron algún tipo de respaldo efectivo por parte del Gobierno español? ¿Cómo fue la relación con el consulado?
Con el cónsul estuvimos unos 10 minutos unas 15 personas, tomó algunas notas y salimos como habíamos entrado. Sin respuestas claras. Y los israelíes no comunicaban nada, solo vociferaban maltrato.
¿Cree que la criminalización de esta acción por parte de Israel refleja un intento de deslegitimar cualquier forma de apoyo a Palestina?
Israel creía que el mundo era suyo, pero su apreciación era equivocada. Su visión se basaba en gobiernos que ocultaban, como podían, su genocidio. Europa ha sido su cómplice. Pero la gente, al ver tal barbaridad, se ha rebelado, y esa correlación de fuerzas que Israel creía favorable está cambiando. Ahora queda por ver si podremos mantener el pulso o si solo ha sido una burbuja.

¿Piensan emprender acciones legales contra el Estado de Israel por detención arbitraria o por el trato recibido?
Un equipo potente de juristas internacionales –Juristas por Palestina– está trabajando en cómo canalizar todas las denuncias e intentar recuperar los barcos. Pero, sobre todo, quiero dar valor a las abogadas propalestinas que trabajan en un terreno hostil y que nos han defendido en todo momento jurídicamente. Además, han roto el cerco de silencio informativo que nos impedía comunicar hacia el exterior lo que estaba pasando.
¿Van a continuar con iniciativas similares?
La lucha propalestina siempre ha sido una lucha perseverante y, aunque detengan una flotilla, no va a parar. Las flotillas son un elemento pequeño más en todo el universo esta lucha. Tenemos que demostrar el poder de la acción popular frente a la inacción de las instituciones.
¿Qué pueden hacer, por tanto, las y los ciudadanos que seguían lo que ocurría con la Flotilla, contra el genocidio?
Cada una, desde el barco que elija, puede hacer algo contra la barbarie: banderas en los balcones, pancartas en las plazas, denuncias del genocidio a los poderes locales. Movilización y organización. Por ejemplo, el miércoles hay llamamientos a la huelga y movilización general y tenemos que dar una respuesta contundente como pueblo.
¿Y a nivel más general?
Lo primero: hay que parar el genocidio aislando a Israel, rompiendo todas las relaciones económicas, institucionales, académicas, deportivas, culturales... No podemos permitir que, en Euskal Herria, alguien se pueda beneficiar del holocausto. No valen medias tintas, y en esto todas estamos implicadas. Lo segundo es movilizarnos, organizarnos y hacer boicot como pueblo, hasta conseguir que Palestina sea libre. Y lo tercero, frente a los planes sionistas, es trabajar sobre una propuesta de reparación, territorialidad, retorno y autodeterminación para el pueblo palestino.
«Hay que parar el genocidio aislando a Israel, rompiendo todas las relaciones económicas, institucionales, académicas, deportivas, culturales...»
Ahora que las negociaciones parecen avanzar, aunque en unos términos que benefician a Israel, ¿cree que es importante mantener la presión internacional?
Toda fuerza ocupante siempre ve a la población ocupada como una amenaza. Y cuando esa población se resiste, uno de los instrumentos del poder colonial es el genocidio. En el caso de Israel y Estados Unidos, el problema que enfrentan es que solo pueden llevarlo a cabo con una crueldad tan visible que despierta la indignación de muchas personas en todo el mundo.
El capitalismo tiene miedo de que las movilizaciones propalestinas se transformen y traspasen los muros del sistema. Quieren blanquear el genocidio con el ‘plan de Trump’, que en el fondo se basa en el «no te mato más» y en unos resorts turísticos que se cimientan sobre las ruinas y los cadáveres de miles de personas. Un plan de dominación que representa el fascismo más puro y cruel, disfrazado de sionismo. Mira que es cabrón el capitalismo y sus ansias colonialistas. Pero, por mucho que nosotras pensemos esto, la decisión solo está en manos del pueblo palestino.
Termino esta conversación con esperanza y con el comienzo del emblemático verso del poeta palestino Mahmoud Darwish, que lo resume todo mucho mejor y en menos palabras: «Se llamaba Palestina, se sigue llamando Palestina».

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