gara, donostia
EDITORIALA

Un cordón umbilical que transporta soluciones

La experiencia de haber estado preso y además en condiciones de excepción crea un vínculo muy estrecho entre todas las personas que lo han sufrido. Por encima de generaciones, gobiernos e incluso estados, fluye un caudal común de lucha, sufrimiento, vivencias, anécdotas, sueños, frustraciones... y surge un cordón umbilical invisible entre quienes han padecido la cárcel por razones políticas y quienes todavía la están sufriendo. Los ya excarcelados –algunos tras 15,20, 30 años de encierro– son una referencia esencial para los aún presos. Y viceversa: «Preso egon denaren gogoa kartzelara itzultzen da beti», escribe Joseba Sarrionandia. Hay otra cosa que liga a unos y otros: su condición de militantes políticos, antes, durante y después de esa etapa de reclusión forzada.

Por todo lo anterior, la aportación hecha ayer en Usurbil por más de mil exprisioneros políticos vascos tiene gran trascendencia, un impacto cuya dimensión quizás solo se sienta plenamente dentro de las cárceles. Esta extensa comunidad humana, nunca organizada ni estructurada pero muy real, ha dado el paso de arropar las decisiones adoptadas ya por sus compañeros, camaradas, colegas, kides de dentro, así como las que tomen en lo sucesivo en el camino de vuelta a casa. Les han dicho en voz alta y a cara descubierta que están con ellos, que no los dejarán solos.

Es un ejemplo de solidaridad humana, pero además de militancia política. Las personas reunidas ayer en Usurbil saben mejor que nadie que hoy día, en la fase que atraviesa Euskal Herria, un proceso independentista necesita en la calle a estos militantes presos. Es ahí donde supondrán un activo y no un pasivo. Y lo saben también los estados, que por eso han construido un enorme muro ante el que es fácil acabar estrellándose una y otra vez. Las lecciones expuestas ayer en 7K por los expresos irlandeses Paul Kavanagh y Martina Anderson son claras al respecto: «Tuvimos claro que no caeríamos en sus trampas ni iríamos donde querían llevarnos, que había otras formas de hacerles frente y realidades legales que podíamos aprovechar».