Maite Ubiria Beaumont
Responsable de Política Internacional de Sortu
GAURKOA

Cada día será Nakba mientras siga la ocupación

A dos días de la conmemoración del 68 aniversario de la Nakba, episodio negro para el pueblo palestino colonizado tras la creación del Estado de Israel y que aún hoy sigue hostigado, la autora reivindica la necesidad de liberar a los pueblos oprimidos. Recordando a todas las personas refugiadas que huyen de guerras y conflictos, apela a la necesidad de liberarlos de todos los muros impuestos en el mundo.

El próximo domingo, 15 de mayo, aparece marcado en rojo en el calendario por motivos, sin duda diferentes, para israelíes y palestinos. En esa fecha, de hace 68 años, se fundaba el Estado de Israel. Esa conmemoración es motivo de celebración para israelíes. Sin embargo la misma efeméride está marcada por el dolor en el caso del pueblo palestino.

15 de mayo de 1948 es al-Nakba (catástrofe) para un pueblo que, como otros tantos –por citar sólo algunos, los pueblos saharaui y kurdo– sigue peleando, en el día a día, por revertir la catástrofe cotidiana que implica la colonización. Una agresión que se destila, ya en grandes proporciones ya en dosis homeopáticas, con el propósito de doblegar el ansia de libertad de los pueblos.

800.000 palestinos se vieron obligados a abandonar sus hogares en torno a esa fecha fatídica y, siete décadas más tarde, sólo cabe hablar no ya de una situación de status quo, sino más bien de una cabalgada sin descanso de las élites político-militares de Israel para arrebatar, ocupar, vallar, desgajar y, a ser posible, expulsar a los palestinos de su propio país.

Por más que las imágenes de aquel destierro masivo aparezcan hoy lejanas, las lágrimas de quienes huyeron entonces con lo puesto, dejando atrás su país, se reproducen en las mejillas de las nuevas generaciones palestinas, pero también en los rostros de todas y cada una de las personas que huyen de las guerras encendidas a lo largo y ancho del planeta.

Una mirada al mapa de Palestina permite tomar fácilmente la medida al enorme saqueo de tierras y de esperanzas, un robo amparado en literaturas bíblicas, pero que se sostiene en un moderno y sofisticado edificio de medidas coercitivas de derechos elementales.

La colonización es marginación laboral, desasistencia sanitaria, segregación física y, por descontado, la ocupación es violencia legalizada mediante la detención administrativa, el encarcelamiento de menores o la tortura.

La Nakba es, por ello, mucho más que un doloroso recuerdo en la Historia palestina, porque transcurridos tantos años de aquel gran éxodo, el destierro sigue siendo la vivencia cotidiana para muchos palestinos, y quienes resisten en el interior, deben plantar cara día a día al sitio permanente.

Por lo demás, las diversas tragedias que asolan la región, y en particular la mal llamada crisis de los refugiados de la guerra en Siria han venido a corroborar un comportamiento, el de la Unión Europea, que nos avergüenza, aunque no podamos decir que nos sorprenda.

Es una práctica habitual que esa Unión Europea en la que se amparan potencias colonizadoras, entre ellas Francia o España, rehuya sus compromisos. Lo ha hecho abandonando al pueblo saharaui en el desierto mientras mantiene lazos cada vez más estrechos con Marruecos. Lo ha hecho al firmar un acuerdo de ignominia con Turquía, a cuyo gobierno da carta blanca para traficar con seres humanos que huyen de la guerra inducida en Siria y, claro está, para bombardear de paso a poblaciones de Kurdistán, sin que nadie en Bruselas pestañee siquiera. Y lo ha hecho, en el caso que nos ocupa, al premiar con un estatus privilegiado a Israel, a sabiendas de que con ello le dota de los recursos necesarios para acelerar sus políticas de bulldozer, tendentes todas ellas a borrar del mapa a Palestina.

De una parte, el intervencionismo militar de Europa y su “Gran Hermano”, EEUU, que extendió una lengua de fuego del Magreb a Oriente Medio con la excusa propiciatoria de las primaveras árabes. De la otra, el aborrecible extremismo yihadista, que hoy siembra el desasosiego en el continente europeo, pero que antes y sobretodo ha sido causa, como el primero, de muerte para las poblaciones locales. ¡Qué difícil se debe hacer distinguir bajo el fuego de las bombas entre civilización y barbarie cuando las heridas que se causan en nombre de la una y en razón de la otra se asemejan tanto!

En los campos de refugiados del Líbano siguen esperando los palestinos al final de su Nakba, mientras un país exhausto acoge a los nuevos refugiados, esos a los que la geopolítica belicista ha expulsado de Siria. Los más pobres abren sus puertas, mientras la rica Europa se parapeta en el egoísmo.

Así las cosas, ese #OngiEtorriErrefuxiatuak que se extiende como lema de dignidad a lo largo y ancho de Euskal Herria se convierte necesariamente en algo más que un grito ante la injusticia concreta, y se transforma –o dispone de potencial, al menos, para hacerlo– en una proclama de solidaridad hacia cuantos han debido huir; como no hace tanto lo hicimos los vascos, todavía hoy empeñados, por cierto, en completar nuestro propio regreso.

Ese #WelcomeRefugees es un eslogan subversivo, porque nos emplaza a organizar la rebeldía, a dar la batalla por otra Europa y otro mundo, que solo serán posibles si entre todas pasamos a tejer desde lo local los compromisos que permitan restituir los derechos a pueblos y ciudadanía.

No hay otra alternativa que construir en auzolan un crisol de alternativas emancipatorias que hagan saltar las vallas. Que nos liberen por fin de las políticas que, más tarde o más temprano, nos convierten en rehenes temporales o permanentes de un enorme campo de refugiados al aire libre, construido sobre los planos de la globalización imperialista neoliberal. Que nos dibuja errantes, sin derechos, sin libertades. En definitiva sin soberanía.

Por eso el 15 de mayo es una fecha propicia para remarcar con fuerza nuestra solidaridad hacia el pueblo palestino, y para exteriorizar de todas las maneras posibles que mientras persista la ocupación será al-Nakba. Para Palestina, pero también para todos los pueblos negados del planeta.