Mikel CHAMIZO
DONOSTIA

Cifras y curiosidades de un gran festival de música clásica

Casi un mes de festival, más de 70 conciertos y cientos de músicos pisando una veintena de escenarios. Tras la ambiciosa dimensión artística de la Quincena Musical de Donostia se esconde una estructura pequeña pero muy profesional, que lidia cada día con los aspectos más mundanos para que la magia de la música clásica pueda hacerse realidad. Producción, contrataciones, logística... revelamos diez curiosidades de la Quincena Musical.

 

1. Verano y vacaciones

La Quincena se celebra en agosto, justo cuando la mayoría de las orquestas europeas se toman sus vacaciones. ¿Hasta qué punto dificulta esto la labor de diseñar el festival? Patrick Alfaya reconoce que «lo más difícil es conseguir orquestas para los primeros días de agosto, hay que hacerlo con mucho tiempo de antelación». A muchas orquestas Quincena las invita en primera instancia y, una vez cerradas las fechas de Donostia, procuran montar una gira. «La Budapest Festival Orchestra hace ya años cerró un periodo con nosotros y luego han buscado otras ciudades a las que asistir, como Londres, Copenhage y Santander», explica Alfaya. «Otras, como la Orquesta de la Radio de Frankfurt, vendrán exclusivamente a la Quincena. Es un proyecto que pusimos en marcha también hace años y buscamos a un director específico –a Herreweghe– para celebrar el quincuagésimo aniversario de la Coral Andra Mari».

 

2. Años de antelación

Mover una orquesta sinfónica fuera de su ciudad no es tarea sencilla, así que los acuerdos  para hacerlo posible se suelen cerrar con una antelación de dos o tres años. Actualmente, la Quincena tiene ya tramos cerrados de su edición del 2019 y varios espectáculos apalabrados para el 2020. En el caso de los cantantes, solistas y grupos de cámara, el proceso es algo más inmediato: las gestiones se hacen entre ocho y quince meses antes, aproximadamente. En cualquier caso, la crisis lo ha trastocado todo y, según advierten desde el festival, el panorama es un tanto difícil: giras que se cancelan porque hay promotores que no pueden atender los compromisos adquiridos, artistas que se quedan con periodos libres a última hora y otros muchos contratiempos.

 

3. Hoteles y más hoteles

Entre músicos y personal técnico, la visita de una orquesta sinfónica a Donostia puede suponer la reserva de alrededor de noventa habitaciones de hotel. Como las orquestas que visitan la Quincena suelen ofrecer habitualmente dos o tres actuaciones, la media por orquesta ascendería a entonces a 180 o 270 habitaciones. En 2015, la cifra total de reservas para orquestas y artistas ascenció a 1.957.

 

4. Caprichos de divos

El legendario pianista Sviatoslav Richter mandaba a quienes le contrataban una hoja de instrucciones para que su visita fuera posible: no debía encontrarse con nadie, pedía que le instalaran un piano eléctrico Clavinova en el hotel y que le pasara las páginas un estudiante joven y de pelo corto, entre otras exigencias. A pesar de la fama que arrastran, entre los divas y divos que visitan la Quincena cada verano no suelen abundar aquellos con caprichos extravagantes o peticiones estrafalarias. «Ya hace años que esto no ocurre en el mundo de la música clásica», sentencia Alfaya. «Una vez cerrado el acuerdo económico, las cosas se desarrollan por cauces bastante normales».

 

5. Tiempo libre

Pero Donostia es una ciudad con muchos atractivos y los artistas no dejan pasar la oportunidad de aprovechar el tiempo libre que les queda entre conciertos o ensayos. El director John Eliot Gardiner, por ejemplo, aunque estuvo solo unas horas, aprovechó para irse de pinchos a lo Viejo y cenar en un restaurante con tres estrellas Michelín. El pianista Nikolai Lugansky, sin embargo, estuvo toda una semana y se trajo a la familia, ya que conocía Donostia de ocasiones previas y le encanta la ciudad. Además de estudiar se dedicó a pasear, ir a la playa y salir a disfrutar de la gastronomía. Los que tienen más tiempo se quedan, que suelen ser los cantantes de las óperas, aprovechan también para conocer los alrededores (Toby Spence, por ejemplo, visitó Zarautz).

 

6. Un pequeño equipo

La Quincena la hace posible un equipo de tan solo nueve personas, repartidas entre las labores de dirección, diseño artístico, gestión, administración y comunicación. Durante el festival, el equipo se refuerza con otras tres personas que se incorporan entre junio y julio.

 

7. ¿Y la producción?

Dos de esos trabajadores temporales son chóferes y personal de producción de Quincena Andante, el ciclo que lleva la música fuera de las fronteras de Donostia. Se encargan también de preparar los espectáculos de Música Antigua y Órgano en las iglesias y están disponibles durante las 24 horas del día. Producción acondiciona los espacios, lleva hasta las salas a los artistas y los instrumentos... Es decir, lo preparan todo para que el concierto pueda hacerse realidad.

 

8. Para los de casa

Aunque Donostia esté plagada de turistas, la gran mayoría de las entradas para la Quincena son adquiridas por los guipuzcoanos. Según un estudio que el festival encargó en 2014, el público de fuera de la provincia ronda entre el 15 y el 20% del total.

 

9. Si algo sale mal

Con espectáculos que requieren la cooperación de decenas de personas, podría esperarse que las probabilidades de que algo salga mal son muy altas. El factor humano, sobre todo, es imprevisible. Pero Alfaya afirma que «la realidad es que las orquestas son mecanismos muy bien engrasados que hacen todo lo posible para que los conciertos salgan adelante con la máxima calidad, sean cuales sean las circunstancias». Aunque siempre quedan anécdotas: hace unos años, un celebérrimo cantante se presentó completamente ebrio a su recital y hubo que suspenderlo; en otra ocasión, precisamente en un concierto patrocinado por una compañía eléctrica, se fue la luz y la orquesta siguió tocando la “Patética” de Tchaikovsky, como si nada.

 

10. Quejas y felicitaciones

El público de la música clásica es, por norma general, muy exigente, e igual que aplaude durante minutos no tiene reparos en quejarse cuando algo no le gusta. Si la gente quiere quejarse a Quincena suele hacerlo por escrito, pero para felicitarles prefieren hacerlo de viva voz, en las oficinas. «Por fortuna –dice Alfaya–, suele haber pocas quejas y bastantes agradecimientos. Estos últimos los mido por el número de cajas de pastas y bombones que nos traen las y los abonados».